Al ser anunciado el Pacto por México surgieron las habituales reservas y escepticismo; hemos visto ya ceremonias de ese tipo de las que casi nadie se acuerda. En particular, en el gobierno de Vicente Fox, hubo mesas y foros para una Reforma del Estado que arrojó múltiples propuestas en los más diversos campos, pero acto seguido fueron archivadas.
También se firmó un "Pacto de Chapultepec" coordinado por Santiago Creel, que con bombo y platillo anunció varios acuerdos entre los partidos políticos, que en realidad eran acuerdos sobre los acuerdos preexistentes. Afortunadamente, las cosas con el Pacto por México van por mejor rumbo. Al menos ya surgió de ahí la reforma educativa, y la de telecomunicaciones va por buen camino (con sus insuficiencias y deficiencias, que ojalá se corrijan en el trayecto).
Enrique Peña Nieto aprovechó que las oposiciones, PAN y PRD, quedaran en una situación vulnerable políticamente tras la elección presidencial. El PAN, por haber caído al tercer sitio después de dos gobiernos que constituyeron un enorme fiasco, quedando además sumamente dividido. Y al PRD, pese a haber ocupado el segundo lugar a una distancia menor de la originalmente calculada, le conviene alejar la imagen de rijosidad e irresponsabilidad institucional que prevalece entre amplios segmentos del electorado (justo los que le faltan para eventualmente ganar la presidencia). Desde luego, en ello ayudó mucho la ruptura de López Obrador para formar su propio partido, dejando mayor margen de acción al perredismo institucional. Ese perredismo, encabezado hoy por los "Chuchos", vio también la oportunidad de introducir en el Pacto buena parte de las posiciones y demandas de la izquierda en múltiples temas.
Pero la oposición al Pacto surge también en el seno de los partidos firmantes. En el PAN, básicamente radica en el grupo calderonista, que para oponerse y descalificar al Pacto tiene motivos más bien baladíes y mezquinos: A) una especie de vindicación contra el PRI y Peña, queriéndole pagar con la misma moneda el no haber respaldado las iniciativas de los presidentes panistas (en parte por la falta de disciplina dentro del PRI al perder a su árbitro supremo, como lo explicó Peña Nieto siendo candidato); B) Pero probablemente hay también algo de envidia (como lo confesó Germán Martínez) al ver que Peña en poco tiempo puede hacer lo que los gobiernos panistas no hicieron (o ni intentaron) en doce años, puestos así en ridículo; C) Viene también la pugna por la dirigencia nacional contra la fracción de Gustavo Madero, signatario del Pacto, a quien pretenden descalificar como "colaboracionista" y "comparsa" del gobierno actual. Pero tiene razón Madero en que si el PAN no respalda reformas que ha propuesto en toda su vida, y que considera benéficas para México, tardará mucho más en recuperar su antigua autoridad moral y credibilidad, hoy totalmente volatilizadas.
Del lado de la izquierda, la oposición al Pacto viene del obradorismo, fuera y dentro del PRD. La razón es sencilla; por definición el obradorismo no puede reconocer nada de quien le "robó la presidencia". Oposición para esa corriente consiste en oponerse a todo y por todo, sin importar el contenido de las propuestas. Eso, aun cuando algunas de las propuestas coincidan con las que hizo López Obrador, como es el caso de telecomunicaciones (siendo que se esperaba que Peña ampliara los privilegios de las televisoras, las que presuntamente le consiguieron la presidencia). Pareciera decir el obradorismo que sus propuestas son buenas siempre y cuando las encabece López Obrador desde la presidencia; de lo contrario, por ese solo hecho quedan desvirtuadas. Pero el caso más extraño de oposición al Pacto es el de Marcelo Ebrard; su prisa por dirigir el PRD lo ha llevado a distanciarse de los "Chuchos", así sea a costa de acercarse a la absurda posición de López Obrador. Grave error. Marcelo necesita distinguirse del obradorismo, pero al parecer ha caído presa de la desesperación por no contar con una plataforma propia, con el riesgo de quedar desdibujado entre los dos liderazgos de izquierda; el tradicional de López Obrador, y el naciente de Miguel Ángel Mancera que desde el gobierno capitalino empieza a jugar sus fichas hacia 2018. Al descalificar el Pacto, Ebrard deja en los "Chuchos" y Mancera lo que era parte esencial de su capital político; su institucionalismo negociador.
BLOGUERA
No me sorprende -pero sí lamento- que quienes hostigaron a la bloguera cubana Yoani Sánchez durante su estancia en México, sean cercanos al lopezobradorismo.
Investigador del CIDE
cres5501@hotmail.com