Los otros nombres
Otras caras del paraíso de Francisco José Amparán (1957-2010), es una invitación a leer. Una novela que nos presenta un caso envuelto en las tinieblas del poder protagonizada por un detective dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias en su búsqueda de la verdad.
You can´t handle the truth, Jack Nicholson, a Few Good Man. Este tipo de referencias abundan en el texto “Otras caras del paraíso” de Francisco José Amparán. Una novela pionera en el tema de la violencia, de la colección de novela negra, de Almadía.
El libro contiene algunas pinceladas de paisajes de la Comarca Lagunera, esa región con municipios de Durango y Coahuila cuyo sueño es convertirse en otro estado mexicano, la historia transcurre en esos días de impulso que cambiarían en poco menos de dos décadas la fisonomía de la ciudad: con el Santos Laguna hecho un hazmerreír de la liga mexicana de futbol, la disputa entre las universidades privadas por la clientela acomodada, los nexos entre políticos y empresarios locales, sociedad a la que no podríamos tipificar como asociación delictuosa, por la forma en que viven y los lujos que se dan los de la clase política y los de la IP habría que llamarla asociación deliciosa, también está el tema de la inseguridad, en aquellos ayeres el jinete de la violencia apenas comenzaba a insinuar su galope. “Lucas fue secuestrado y a los dos días su cuerpo fue hallado en una tierra de cultivo a unos kilómetros del ejido. Semidesnudo, con los brazos amarrados con alambre y dos balazos en la nuca. Esto me impresionó (…) porque creía (…) que esas cosas no pasan en México”. El que habla es el jefe de información de una empresa que por aquellos años publicaba un periódico serio y otro amarillista en el que sobresalían secciones como Galería de Malandros y titulares al estilo de: “Por drogo masca barrote”.
Vale decir que en este volumen no se toca ni con el pétalo de una rosa a los barrios bravos de La Laguna, los lugares en los que naces para arrebatar o perder la vida, entendida como humanidad, en el intento. Sí conocemos, en cambio, algunos de sus bares, la zona roja de Matamoros, un par de casas en colonias rosas, el ejido como unidad productora de desamparo.
Las referencias, abundantes en el texto, también son valiosas, quizás el uso que les da no es el mejor pero la mención ya es importante. El autor, anticipándose a cualquier intención de hacer el estudio pertinente con las notas al pie o el apéndice apropiado, se dio a la tarea de facilitar las cosas agregando unas cuartillas a la Diccionario del diablo, con definiciones que se presumen culpables de una jocosa virtud muy similar a la que inunda el relato. Por ese recuento alevoso de personajes reales y ficticios aparecen íconos del cine, la literatura, la historia política, el deporte y demás.
En el tema musical, Otras caras del paraíso me recordó aquellas pláticas de café en las que alguien pregunta: ¿Cuál es el soundtrack -la banda sonora- de tu vida? Las preferencias musicales de Paco Reyes Ibañez, protagonista de la aventura, son muy consistentes: hay abundancia de The Beatles y poco de su satánica majestad The Rolling Stones, a quienes llama “los Stones”, de esa banda el profesor protagonista incluyó para mayores señas la canción de Angie. A título personal me hubiera gustado que tuviera más de José Alfredo Jiménez y nada de Sasha, nada de Bee Gees y algo de Procol Harum, un poquito de Silvio por aquello de sus vindicaciones de clase: “Hoy viene tu desquite; no vas a tener que tranzar ni chingarte a un pobre que gana menos que tú (…). Ahora vamos a hacer lo que hemos querido hacer toda la vida, chingar a esos cabrones que han ordeñado este país como si fuera vaca lechera”.
La narración de Paco es otro cantar desenfadado, despreocupado, fresa, una indolencia despojaba de gravedad, un regocijarse con los chistes y chascarrillos surgidos en el aprendizaje de los cursos de Albur básico y Majadería del bachiller. El personaje principal se encuentra con una mujercita lasciva y «archirrequetecontrabienbuena» a la que otorga el título de El Mal, El Mal absoluto, El Mal. No puedo culparlo, en la novela policíaca es difícil encontrar buenas mujeres. Quizás Irene Adler o los personajes femeninos de Fonseca. Seguramente se me escapan muchas otras más o menos malditas.
El paraíso poliédrico de Amparán está lleno de ofidios. Eso siempre es bueno tratándose de novelas policíacas. El libro funciona porque la desaparición de Helena Salgado, producto de unas relaciones íntimas con el poder de las que se va mencionando lo estrictamente necesario, es un tópico atractivo para los fanáticos del género. Lamentablemente el prólogo nos da pistas sobre el trámite del libro, con esa mención al cine snuff, o cine de extinción, como lo llama Paco. Es cierto que el autor lagunero se adelantó a Amenábar y a Schumacher, directores de Tesis y de 8mm respectivamente, pero también que llegó retrasado con respecto a las películas setenteras snuff, de Michael y Roberta Findlay y Hardcore, de Paul Schrader. También están los antecedentes de Holocausto Caníbal y Cerdo de Guinea, cuyos directores tuvieron que demostrar a las autoridades la falsedad de los asesinatos por ellos filmados en secuencias alucinantes no aptas para corazones de miga de pan.
Hablar más sobre ese punto del libro sería adelantar parte del encanto de la trama, solamente diré que el cine snuff define a la producción de cintas de homicidios, o feminicidios, reales, con un fin comercial, se trata de una industria muy específica; la grabación que hace un verdugo para su goce personal es apenas una película casera sin mayor trascendencia.
Decía que la historia se sostiene a partir de un hilo conductor muy sencillo: una chica desaparece, sus familiares recurren al ingeniero y catedrático Paco Reyes Ibáñez, y a sus dotes de investigador, para hallarla. En el camino, el profesor se topa con personas ricas, influyentes, poderosas, y con esa otra clase que emana de ellas, la de los juniors capaces de montar un mundo a la medida de sus placeres y bajezas.
Más que un detective con dotes de observación, conocimiento del lado oscuro de la humanidad y/o/u/ ae ae, Les Luthiers, un muy desarrollado sentido común, Paco es un periodista que por medio de entrevistas directas a la estudiante que lo contrata, al patrón de Helena, a la hija del patrón, a la servidumbre, y de los convenios de transparencia con sus fuentes especializadas, el jefe de información de un periódico y un policía judicial, va construyendo su reportaje, separa los dimes de los diretes, y muestra el valor que se requiere para acometer una empresa que siempre parece rebasarlo. El antihéroe de Amparán nada tiene de la poderosa deducción inglesa o de la deliciosa promiscuidad brasileña.
El ingeniero Reyes se preocupó excesivamente por hacer una narración fresca, ingeniosa, pero inundó el relato de humor irregular. Habrá seguramente quienes celebren frases como “callejón del Garrote, lugar perfecto para un prostíbulo”, o su descripción del ejecutivo japonés promedio: “Se mueren a los cincuenta años de un ataque cardíaco tras haber enterrado a un hijo que se suicidó en el kínder por haber reprobado Introducción a la plastilina I y Tópicos de engrudo IV”.
La abundancia de palabras «elegantiosas» y la también pletórica cosecha de sus antípodas, el coloquial ejercicio de pasársela bomba, son los extremos de un desenfreno maniaco compulsivo. La prosa de Reyes Ibañez no asombra, y a veces desentona, por aquello de que el adjetivo cuando no da vida, mata, pero tiene sus ratos de concisión apreciables. La idea general del texto es buena, se percibe que el autor la asimiló bien, eso siempre hace diferencias, el profesor tiene claro el destino de su viaje y consigue llegar, la sensación de certeza que transmite al lector hace llevadero el trance de la lectura.
La última sería dejarse llevar a La Laguna atrapada por Amparán en una obra para nada esquiva, a veces cándida, evidentemente casquivana, un paraíso lleno de ofidios en el que todo es lo que parece, una travesura dañosa, del que todo lo ve y todo lo juzga, cuyos efectos se ramifican con la forma de pesares y desgracias.
Después de conocer las cuitas de Paco Reyes, sentí que el mundo va mal porque la gente no aprehende lo esencial: All you need is love. En lugar de enfocar nuestros esfuerzos y talentos en alcanzar la gracia, muchos de los que andamos de turistas por la vida preferimos reafirmar cierta simpatía por el diablo y gritar nuestra entera falta de satisfacción. Una manera de explicar lo anterior es que, a veces, resulta irresistible colocar explosivos en los cimientos de la «sensiblería», n’omás, por pasársela bomba con los juegos artificiales al revés, el derrumbe, la vuelta a las cenizas, la extinción o cuando menos la esperanza de ella.
No hay nada en el cielo, todo está en la tierra, en este infierno, fosa común que es un solo avispero, trono de la desgracia, rosa envilecida, arca del olvido, otros nombres de este paraíso.