El señor se encuentra en un hospital, está enfermo. Lo que ansían conocer cuándo estará en condiciones de levantar el brazo para tomar posesión de un nuevo mandato, se verán chasqueados. Ningún indicio apunta a que será mañana o pasado -como el antiguo letrero del tabarete de don Che, del Torreón antiguo, que decía con gran sarcasmo: hoy no fío, mañana sí- esto es, nunca se daba el caso de tener que entregar su mercancía sin recibir de inmediato el pago, porque siempre era hoy-. La realidad es que Chávez lo hará, para precisarlo, uno de estos días, no antes. Mientras sus opositores se desgañitan pidiendo su cabeza. Lo que no es novedad, unos aferrados a conservar el poder y otros a querérselo quitar. Por la buena no lo conseguirán, tendrá que ser a la mala, a menos que aquél no logre superar sus problemas de salud, en cuyo caso no necesitará otra cosa que un réquiem. Los tribunales fallarán siempre en su favor, lo que reconocen los contrarios diciendo "ya no tenemos a quien recurrir".
Parece ser que su fuerza radica en que un buen día se levantó en armas contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez fracasando en un primer intento de golpe de estado, yendo a parar en prisión. La segunda vez lo derrocó. Y desde ese entonces cuenta con el apoyo de las mayorías, cuyo poder adquisitivo ha crecido notablemente. Chávez ha mejorado enormemente el nivel de vida de los venezolanos. La pobreza se ha reducido a la mitad y la extrema pobreza en un setenta por ciento gracias, sobre todo, a la creación de empleos. Millones de venezolanos han accedido por primera vez a la sanidad pública, el número de escolares se ha duplicado, las pensiones se han triplicado y se han construido cientos de miles de viviendas. Desde que Hugo Chávez llegó al poder ha ganado 13 de las 14 elecciones. Chávez ha creado una economía basada en el petróleo que ha beneficiado a los sectores pobres en las zonas rurales y urbanas. La política energética nacionalista del gobierno venezolano se ha convertido en norma en toda latinoamérica. El temor de que el ejemplo pudiera cundir en el resto de los países sudamericanos ya es un hecho.
A cambio de este bello y halagador panorama, en que el sol brilla con todo su esplendor para los venezolanos pobres, el gobierno con Hugo Chávez al frente tiene graves problemas económicos: la crisis incluye un déficit público que se acerca al veinte por ciento del producto interno bruto (PIB), además un mercado negro en el que el dólar se cotiza a un precio cuatro veces superior al precio oficial, con una de las mayores tasas de inflación del mundo y una deuda diez veces mayor a la que tenía en 2003 (año en que arriba al poder el chavismo), humm... un frágil sistema bancario, de nuevo humm..., la caída en picada de la industria petrolífera. Más humms..., sus refinerías no cubren la demanda nacional, por lo que tienen que importar gasolina. En todo ello se ve, escarbando un poco, la mano de intereses transnacionales, a los que el régimen de Chávez les debe caer como patada al hígado, se dice en la nota de donde obtuve los datos a que me he venido refiriendo, que grupos que antes se beneficiaban con las rentas del petróleo están de uñas con el asunto.
Dice la nota al tocar el tema de una falta absoluta y definitiva del presidente Chávez, de que habrá vuelta atrás en cómo se administra. Aunque falta lo que diga el pueblo, pues se está corriendo el rumor de que habrá un enfrentamiento entre dos grupos: uno encabezado por Nicolás Maduro y otro por el General Diosdado Cabello. Los analistas de esto no coinciden en lo que podría pasar. Hay quienes hablan de un cataclismo, en tanto otros comentaristas más juiciosos, indican que tendrán las partes que moverse con mucho cuidado pues si se equivocan puedan provocar un incendio de proporciones colosales en los países del cono sur. Lo único cierto es que no va ser nada fácil acabar con el chavismo aun sin Chávez. Los que tengan intención de hacerlo deberán pensarlo dos veces y después caminar con pies de plomo.