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Los próximos 4 años de Obama

GENARO LOZANO

El próximo lunes 21 de enero Barack Obama asume oficialmente la presidencia de Estados Unidos para un segundo mandato de 4 años, luego de la elección presidencial de noviembre pasado que significó un verdadero referéndum sobre el primer mandato del afroamericano y una muestra de confianza del electorado de que el rumbo que ha tomado su país era preferible a la opción que significaba el regreso de los republicanos a la Casa Blanca.

Casi por regla de oro en la política estadounidense los primeros mandatos de un presidente se concentran en ganar la reelección. Una vez conseguida ésta, durante los segundos mandatos los presidentes "se relajan". Ya no tienen la presión electoral y entonces se dedican a "cuidar su legado" y a tratar de mantener su aprobación en niveles decentes hasta un par de años antes de dejar el poder, cuando se convierten en los célebres "lame ducks" ("patos cojos") o presidentes que ya van de salida y que por ello ya reciben poca atención.

Obama no gozará de tal regla. Desde su llegada a la presidencia en 2008 el afroamericano ha dividido al electorado en tres grupos. Por un lado, los que ven en él a un presidente con una agenda reformista - especialmente por el sistema de salud, el sistema financiero y una política exterior menos agresiva. Aquí están los electores duros de Obama. Por el otro, hay quienes ven a Obama como un presidente tibio, uno que no llegó a Washington a cambiarlo, sino simplemente a administrar el status quo, sin pena ni gloria. Aquí se encuentran los más radicales dentro de la izquierda estadounidense y del Partido Demócrata. Finalmente, hay un sector del electorado que ve el presidente y su agenda la materialización de sus peores pesadillas. Un hombre negro gobernando, acrecentando el Estado, con una agenda liberal en lo social, socialista en lo económico y "entreguista" en la seguridad. El Tea Party y anexos está en este sector.

Por ello, los próximos 4 años no serán fáciles para Obama. No tendrá el tiempo para relajarse y por el contrario, el presidente ha elegido el camino del desgaste político.

La coyuntura en lugar de la planeación ha obligado a Obama a hacer del control de armas la prioridad del arranque de su segundo mandato. El ataque con armas de fuego en la primaria Sandy Hook se sumó a otra treintena de tiroteos fatales con armas de fuego entre civiles desde 2008, por lo cual Obama impulsa no solamente un tema que divide a los estadounidenses desde su fundación como país independiente, sino un tema que estaba prácticamente fuera de las promesas de su campaña electoral del año pasado y que lo está haciendo quemar los cartuchos políticos en el inicio de sus próximos cuatro años como presidente.

Difícilmente el vicepresidente Biden, quien encabeza el diálogo de armas, podrá lograr un gran compromiso entre legisladores y los cabilderos de la industria de armas. La política legislativa se mueve con un cronómetro electoral aceitadísimo. Los legisladores de la Cámara de Representantes ya están pensando en el 2014, cuando los 435 cargos de los representantes sean sometidos a la reelección y por ello pocos están dispuestos a apoyar al presidente y al vicepresidente en un tema costoso electoralmente para ellos. A final de cuentas, la opinión pública estadounidense no se ha movido dramáticamente a favor de un mayor control de armas, como en cambio sí se ha movido y cambiado en torno a otros temas sociales, como el aborto o los matrimonios entre personas del mismo sexo.

De igual forma, Obama también ha prometido una reforma migratoria. El enorme apoyo electoral del votante latino (más del 70%) lo obligará a cumplir su promesa electoral. Pasando la batalla legislativa del control de armas, para Obama la segunda batalla legislativa será la de armar una reforma migratoria aceptable para los grupos latinos. Esta batalla también desgastará al presidente Obama políticamente y adelantará el calendario hacia la sucesión en 2016.

En cuanto a la política exterior es el momento de que Estados Unidos reaparezca en el continente Americano. Prácticamente los estadounidenses han estado fuera por una década, atendiendo la guerra contra el terrorismo, la reconstrucción de Irak y de Afganistán, la crisis económica europea, las revueltas en el mundo árabe y la relación con China. En esta década mucho ha cambiado en América Latina y los cambios políticos en Venezuela y Cuba, así como la violencia en México o la integración sudamericana ha sido observada de forma pasiva por la diplomacia estadounidense.

Sin embargo, hay una diferencia enorme entre lo que "debería ser" y lo que será. La atención de Obama seguirá concentrada en Europa y el Medio Oriente y creo que, salvo por México, habrá poco interés por América Latina.

En otras palabras me parece que no hay que esperar mucho de Obama en su segundo mandato. Los temas que Obama impulsará en los próximos meses ocupan el terreno de la política doméstica y polarizarán el ambiente político en Washington, adelantando incluso la sucesión de 2016.

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

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