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Luchan contra males renales

UNAM. Una investigación elaborada por la Facultad de Medicina de la UNAM señala que en el país hay una crisis de atención hacia enfermos renales crónicos

UNAM. Una investigación elaborada por la Facultad de Medicina de la UNAM señala que en el país hay una crisis de atención hacia enfermos renales crónicos

EL UNIVERSAL

"La enfermedad me alejó de mi familia. Dejé de pescar. Para completar los gastos de mi tratamiento dependo hasta de las dádivas de políticos. Aunque les tengo que rogar y eso lastima". Así se expresa Antonio Molina, de Baja California Sur, quien hace dos años fue diagnosticado con Enfermedad Renal Crónica (ERC).

En etapa avanzada este mal afecta a 129 mil personas en el país, las cuales requieren de un tratamiento sustitutivo de diálisis o hemodiálisis. Más de mil se encuentran en etapa terminal y 9 mil 200 esperan un riñón.

La ERC crece a un ritmo de entre 8 y 11% al año, según cifras de la Secretaría de Salud.

Por el alto costo de su tratamiento, se le ha llamado a este mal "jinete apocalíptico de la salud pública y de la economía familiar".

La Facultad de Medicina de la UNAM realizó el estudio "Enfermedad renal crónica y su atención mediante tratamiento de sustitución", en el que se expone que en el país existe un grave problema de atención a este tipo de enfermos, quienes además no tienen posibilidades de pagar tratamientos en el sector privado.

El programa de salud pública Seguro Popular no contempla su tratamiento y muchas veces el enfermo "no tiene dinero ni para el camión y se muere en casa".

Además de la centralización en la atención médica, que obstaculiza la cobertura de la demanda, "los estados tienen que promover la política sin presupuesto", alertó el estudio de la UNAM editado en 2010.

 DIáLISIS Y HEMODIáLISIS La diálisis es un proceso mediante el cual se extraen las toxinas y el exceso de agua de la sangre, como terapia renal sustitutiva tras la pérdida de la función renal.

La hemodiálisis consiste en extraer la sangre del organismo y traspasarla a un dializador, para eliminar residuos como potasio y urea.

El ensayo, coordinado por el doctor Malaquías López Cervantes, jefe de la Unidad de Proyectos Especiales de Investigación Sociomédica, detalla que la distribución de los centros de hemodiálisis generalmente se encuentran en las capitales estatales. En Campeche, por ejemplo, la demanda rebasa la capacidad del hospital regional y muchos son atendidos en Yucatán o Tabasco.

En Uruapan, Michoacán, los pacientes deben trasladarse desde muy lejos. En Chiapas, los servicios se concentran en Tuxtla, y en Tamaulipas algunos pacientes reciben tratamiento en Monterrey o Reynosa.

 CUANDO UN VASO DE AGUA SE CONVIERTE EN PELIGRO A Mario Olaya un día le empezó a dar mucho sueño. De buenas a primeras le embargaba un cansancio feroz, casi al punto del desmayo. Sus compañeros de trabajo se burlaban de él y sus jefes lo tildaban de flojo. En la albañilería el cansancio está prohibido. A sus 26 años se cuestiona cómo empezó todo si tenía una vida plena. El basquetbol era su pasión, así como su novia y el coro de la iglesia de su natal Tingambato.

Nadie le dijo que un día se vería condenado a vivir pendiente de un catéter y que tomar un vaso de agua se convertiría, a la vez, en una amenaza y su mayor anhelo.

Mario es un enfermo renal por una genética deficiente. Lleva casi ocho años practicándose diálisis y cada mes regresa al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) a revisión. En el hospital, que está a tres horas de su casa, las enfermeras, doctores y pacientes son su segunda familia.

Acudir a las citas representa para Mario y su familia un gasto que obliga a sus hermanos menores a trabajar en lugar de ir a la escuela y a juntar entre todos los pasajes de él y de quien lo acompañe.

Por eso sigue al pie de la letra su tratamiento. Cada medicamento le cuesta entre mil 500 y dos mil 400 y el IMSS lo abastece cuando el presupuesto lo permite.

Trabaja en una tienda de abarrotes y su patrón le ha brindado el Seguro y un salario mínimo. A pesar de todo se dice feliz porque no tiene diabetes, que complica el cuadro de los enfermos renales y los lleva a la hemodiálisis y finalmente a la muerte.

 LLEVA LA MITAD DE SU VIDA SOMETIDA A TRATAMIENTO La frágil figura de Brendita es por los nueve años de operaciones, consultas y medicamentos. La joven de 18 años lleva la mitad de su vida luchando contra la Insuficiencia Renal Crónica. Su tratamiento incluye tres sesiones de hemodiálisis a la semana.

A esta joven oriunda de Tula -localidad ubicada a 38 kilómetros de Ciudad Victoria, Tamaulipas- le cuesta sonreír.

Su Vía Crucis inició con un problema en la garganta por el que estuvo tres meses internada, recuerda Pascuala Ricardo, su mamá.

"Al ver que no reaccionaba la traje al Hospital Infantil de Victoria, donde se recuperó, y me dijeron que padecía de hipertensión", relata su madre.

Era el inicio de un peregrinar por hospitales, lo más difícil fue que le dieran un diagnóstico correcto. Una nefróloga le mandó a hacerse estudios en Monterrey, luego fue canalizada de nueva cuenta al Hospital Infantil donde le dijeron que tenía Insuficiencia Renal Crónica.

Comenzó con tratamientos de diálisis y cuando iba a cumplir 12 años, con hemodiálisis. Requiere de un trasplante. "Su enfermedad nos cambió la vida. Tuve que venir a vivir con mi familia a Ciudad Victoria", explica Pascuala.

En un día normal de sesión de hemodiálisis Brenda tiene que llegar al hospital a las siete de la mañana. Porta un catéter en su pierna, donde la conectan; la sesión dura tres horas y media.

Pascuala dice que a veces parece que se le viene el mundo encima, pues algunos medicamentos cuestan 4 mil 500 o 5 mil pesos.

 'NO HAY ALIVIO Y SOBREVIVIR EN CARO' Hace casi dos años, Ángel Hernández inició su tratamiento. Originario de Veracruz, llegó hace 28 a Cabo San Lucas. "Ahora vuelvo a cambiar de residencia, pero en esta ocasión no es por gusto, es para no dejarme morir", comenta.

"Necesito la hemodiálisis y allá no podían atenderme, por eso me vine para acá, a quedarme aquí porque sale muy caro estar yendo y viniendo". Antes, un viaje en autobús a La Paz le implicaba un gasto de casi 400 pesos cada tercer día.

Elaborando y vendiendo collares y aretes, Ángel intenta juntar dinero para sus análisis.

"El seguro no cubre nada, unos análisis cuestan como 700 pesos. No le pido ayuda a mi familia porque también cuenta con pocos recursos", expresa Ángel. María Beatriz Calderón, originaria de La Paz, no tiene que trasladarse de otro municipio para su atención, pero conoce bien de las dificultades que se enfrentan cuando no se tienen recursos. Hace cinco años padece un mal renal.

"Esta enfermedad sale muy cara. Más para nosotros que no tenemos Seguro, apenas a mí me inscribió mi hija, quien consiguió trabajo hace un año. Antes pagábamos muchísimo, como podíamos, 100 pesos cada vez que me tocaba hemodiálisis".

"Tichi", como le gusta que le digan, a los 62 años entiende que su enfermedad es consecuencia de la diabetes y se dice resignada a "sobrevivir" lo que Dios le permita.

"Esto no es un alivio para uno, uno no se va a aliviar, es algo para que soportes. La hemodiálisis es como un consuelo para uno que quiere sobrevivir. Yo así lo veo. Pero para conseguirlo cuesta mucho, de todo", comenta "Tichi".

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