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Maltrato hacia la mujer

ARNOLDO KRAUS

El Siglo XXI ya no es nuevo. Han transcurrido 13 años. Muchos lastres de los siglos pasados siguen vigentes. Escuecen la continuidad de los agravios, los años acumulados y la incapacidad de los seres humanos para resolver problemas añejos. La persistencia de algunos demonios enarbolados por el sexo masculino contra el femenino preocupa y denigra. De poco han servido los argumentos contra el poder omnímodo y de nada los intentos para modificar conductas que suman misoginia, desprecio y autoritarismo contra el sexo femenino.

Prostitución, proxenetismo, aborto y trata de blancas son, en 2013, entre otros, problemas vivos y con pocos visos de solución. Sin hurgar demasiado, en sólo tres días la prensa destacó tres noticias donde la salud social, física y emocional de las mujeres fue pisoteada; reconfortó una nota sobre la prohibición de la prostitución. Sirva Dacia Maraini, la escritora italiana, para iniciar la discusión.

Maraini escribe, entre otras razones, para clamar contra las injusticias. Desde niña padeció los sinsabores de la injusticia. Fue enviada a los siete años de edad, junto con sus padres, quienes se negaron a adherirse a la república fascista de Saló al campo de concentración de Nagoya. Maraini, cercana a Passolini y a Alberto Moravia, utiliza la literatura para expresar su malestar por el correr del mundo, por Italia, su país natal, y por la situación de las mujeres. Para ella, la Iglesia ha dañado y excluido a la mujer: "…la Iglesia de Roma… ha impuesto un pensamiento profundamente misógino. Ha borrado a las mujeres de la historia de la Iglesia. Las ha convertido en siervas… En la elección del Papa, el enorme mundo de las mujeres de la Iglesia no ha podido decir ni una palabra… Es una pena, porque Cristo no era misógino, pero su Iglesia sí. Ha visto a la mujer como el demonio, como el peligro…". Sirva Italia y el asedio de la Iglesia para saltar al vilipendio de los proxenetas mexicanos.

Leo en "El País" (1 de julio de 2013): "El pueblo de los niños proxenetas". Aunque el título es amarillista, la realidad, tal y como la han retratado otros medios, no lo es. "En Tenancingo, cuatro de cada cinco estudiantes del pueblo dijeron querer dedicarse a la trata de mujeres". La geografía social del pueblo es peculiar; la trata de blancas, además de ser oficio común, se hereda, se vanagloria, se busca. A los "grandes" proxenetas se les admira: cuando el manto del arcángel San Miguel sale de procesión colman su manto con dólares.

Cauce Ciudadano AC, organización dedicada a "prevenir, disminuir y eliminar la violencia generada por los y las jóvenes, así como la reproducción de la misma en los diversos círculos de desarrollo (familia, escuela, colonia y/o barrio)", tras impartir talleres para infundir valores en los jóvenes de Tenancingo, informó que para muchos jóvenes es normal considerar a la mujer como moneda de cambio y fuente de enriquecimiento. No es de sorprenderse: las viviendas ricas pertenecen a proxenetas. Al lado de los demonios del proxenetismo mexicano perviven otros demonios latinoamericanos.

La contumacia es uno de nuestros grandes demonios. No es invención latinoamericana pero sí devoción. En julio 7 la prensa informó del caso de una niña chilena de 11 años con 14 semanas de embarazo. Chile, al igual que Nicaragua, Honduras, El Salvador -recientemente fuimos testigos del caso Beatriz-, Costa Rica y Surinam, son naciones donde el aborto está prohibido bajo cualquier circunstancia. No importa si la embarazada es menor de edad, si el producto tiene malformaciones incompatibles con la vida -en el caso Beatriz el bebé tenía anencefalia-, si peligra por enfermedad la vida de la madre, si el violador tenía sida, etcétera.

Tampoco importa si la prohibición proviene de la derecha como sucede en Chile, donde el gobierno de Pinochet promulgó la ley, o del gran Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, otrora sandinista, otrora de izquierda. La niña chilena tiene 11 años, está embarazada y no hay quien le practique el aborto. Una nota optimista sobre la prostitución en Suecia en contraposición a las previas.

Suecia es líder en penalizar la prostitución. Lo hace desde 1999. Su argumento es contundente: ese oficio no es opción libre. Quienes se prostituyen lo hacen para pervivir: provienen de Nigeria, Tailandia y Europa del Este. Prohibir la prostitución busca cambios sociales. La prohibición disminuye el proxenetismo y dificulta el trabajo de las redes encargadas de la trata de blancas. El ejemplo sueco dignifica al país y a la mujer.

El Siglo XXI ha caminado un trecho largo. Deslumbra el vigor del conocimiento alcanzado por el ser humano. Enfada la persistencia de la injusticia, de la estulticia y de la contumacia hacia las mujeres. La suma representada por Iglesia, proxenetas y leyes, seguramente masculinas, para impedir "abortos comprensibles" retrata bien los traspiés del Siglo XXI y la dificultad para difundir ciertos tipos de conocimiento.

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