EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Mancera, ¿en caída libre?

GENARO LOZANO

Desde hace un mes han salido varias encuestas que reflejan que hay un descontento que crece en torno a la conducción del gobierno del Distrito Federal y una popularidad que baja en torno a Miguel Ángel Mancera. La sección Ciudad de Reforma reportó que esa popularidad se desplomó 19 puntos, al pasar del 66% de aprobación a un 47% a mediados de septiembre, al tiempo que encuestas más recientes ubican su aprobación apenas en un 43%.

De nada ha servido el que Mancera vaya y se pasee por todos los eventos sociales de la Ciudad. De poco le ha servido ir al cumpleaños de Pedro Torres, posar en una revista de sociales como "el soltero más codiciado", mantener una rutina disciplinada de ejercicio en un gimnasio ejecutivo de Las Lomas ni mucho menos su cercanía con el presidente Peña Nieto. Su popularidad ha caído.

Tal caída en las encuestas obedece a varios factores, pero uno de los más importantes tal vez sea el que Mancera ha incomodado a los sectores más politizados y activos de la izquierda partidista. Una izquierda que se incomoda porque en los últimos doce años, la Ciudad de México ha sido la cara opuesta a las políticas del Gobierno federal y con Mancera eso parece haber terminado.

Incomodidad porque estábamos acostumbrados a un jefe de Gobierno como AMLO, quien armó el paquete de programas sociales de la Ciudad de México, quien al inicio de la era de la alternancia dialogaba con el primer presidente surgido del PAN, para posteriormente convertirse en el líder de la oposición y hasta en enemigo personal del presidente Fox. Después vino Ebrard, quien profundizó los programas sociales, innovó en los de movilidad urbana y abanderó, sin el conservadurismo de su antecesor, temas como el matrimonio igualitario. Ebrard mantuvo una distancia del gobierno de Felipe Calderón, por ese corto margen del .56% del voto, y no se reunió con él sino casi hasta el final de su sexenio.

Los inconformes de la izquierda partidista hoy le reprochan a Mancera que acuda a cuanto llamado le hace Peña Nieto, aunque éste haya ganado por más de 3.3 millones de votos, aunque el acercamiento con el gobierno federal también haya pasado por la dirigencia del PRD que firmó el Pacto por México y pese a que el mismo AMLO haya reconocido a Peña Nieto como presidente en uno de sus mítines en Reforma recientemente. El que paga los platos rotos es Mancera.

No importa tampoco ver si los programas sociales que han sido símbolo de la izquierda en las administraciones pasadas se han visto afectados por "la derechización del GDF", como claman algunos. Recientemente tres amigos que militan en el PRD desde hace años, que han trabajado y/o trabajan en el GDF y que han sido colaboradores de AMLO, Ebrard y de Mancera no pudieron ejemplificarme si ha habido retrocesos en alguno de los programas sociales de la Ciudad de México. No parece entonces haber retrocesos, pero tampoco novedades.

Tampoco importa el que el GDF no ha reprimido las marchas de la CNTE que tanta molestia ocasionan entre quienes creen que las marchas y los plantones "no sirven para nada", entre las voces que piden mano dura contra los maestros. Al respecto, una encuesta de Reforma reveló apenas una semana después de que iniciaran los bloqueos que hasta un 56% de los capitalinos apoyaba el desalojo por la fuerza de los manifestantes. Tal vez una medición más reciente mostraría una menor tolerancia a la presencia de los maestros. Hay incluso quienes especulan que las marchas de la CNTE son "una estrategia del PRI" para desgastar al jefe de Gobierno en la capital. Mancera como olla de presión.

En la política nacional parece haber una fijación con la popularidad de dos políticos en particular. Por un lado, el sistema presidencialista mexicano, y la tradición del "señor presidente" que dejaron las 7 décadas del PRI -gobierno previo a 2000, dejó esta obsesión con el titular del Ejecutivo. Desde el 97, hay también, al menos en el centro del país, un seguimiento al popularómetro de quienes gobiernan en la Ciudad de México y en el Estado de México. Así nuestro chip mental centralista.

Es cierto que en su primer informe de gobierno no hubo aceptación de culpas ni autocrítica. Mancera era todo sonrisas, evadió hablar del caso Heavens, del crecimiento de la inseguridad en la Ciudad y evitó críticas al Gobierno federal. Es cierto que su cercanía con Peña Nieto causa olas de críticas en redes sociales. Es cierto que Mancera hasta ahora no ha sido un ideólogo de la izquierda, evade posicionarse sobre los temas nacionales, no sabemos qué piensa, ni si realmente se siente de izquierda.

También es cierto que Mancera no ha cumplido aún con avanzar la agenda LGBT en la Ciudad de México, como prometió hace casi ya un año, pero honestamente la debilidad de Mancera podría ser una oportunidad para fortalecer la presidencia del PRD, forzar a que quien llegue a ella la convierta en una verdadera caja de resonancia de las críticas al Gobierno federal y de propuestas alternas y no en una ventanilla de recepción de iniciativas del Pacto por México. Tampoco estaría mal que nos quitemos los capitalinos de la idea de que el jefe de Gobierno es un candidato natural a la presidencia de la República. Faltan años para ello y hoy Mancera evidentemente no lo es. Hoy la izquierda debe ver a otro lado y no esperar a que Mancera reaccione.

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 923433

elsiglo.mx