Hace tres años escribí un artículo con el mismo título de esta entrega. Repetirse es frecuente. Repetirse cuando contumacia y testarudez son norma es indispensable. Repetirse cuando la realidad lo exige es obligación ética. Ni la historia, ni el conocimiento, ni los fracasos previos en relación a las drogas son suficientes para contrarrestar la testarudez humana. ¿Quién y cuándo acuñó la máxima, "sólo el ser humano tropieza con la misma piedra"? Con la genética, in crescendo, habrá que aguardar el descubrimiento de los genes cuyos aminoácidos determinan testarudez y contumacia.
Mariguana sí, desgobiernos no incluye un atenuante: Uruguay. Hace unos días la nación sudamericana marcó un hito en la historia de la humanidad: El país asumirá la producción y venta de mariguana con fines recreativos. Pese a las vetustas y empolvadas advertencias de la Organización de las Naciones Unidas, Uruguay se convierte en el primer país en el mundo encargado de regular y vender cannabis. La ONU emitió un comunicado a través de la Junta Internacional de Control de Estupefacientes expresando su malestar por la legalización, acto contrario a los tratados internacionales sobre drogas de los cuales Uruguay forma -¿formó?- parte.
La pataleta de la ONU es comprensible en el papel -a eso se dedican- e incomprensible cuando se cavila en el Poder (Passolini gustaba escribir Poder) del narcotráfico, actividad que genera entre 400 mil millones y 500 mil millones de dólares anuales. La realidad y las consecuencias de ese monto económico, deberían modificar las conductas fallidas de la ONU; en lugar de molestarse con el gobierno de José Mujica deberían pedirle consejo e incluirlo en su Junta Internacional de Control de Estupefacientes.
La razón fundamental para mantener la testarudez ante la legalización, por ahora de la mariguana, y, quizás después de otras drogas, es el dinero y el grupo de personas que lo usufructúan. Cuando se escribe sobre la necesidad -necesidad ética, agrego- de legalizar la mariguana no hay quien no cite la experiencia en Estados Unidos en los años treinta del siglo pasado. La Ley Volstead (1919), conocida también como Acta de prohibición o Ley seca, prohibió la ingesta de alcohol. Sus efectos fueron catastróficos. La producción, la distribución y la importación de bebidas alcohólicas fueron asumidas por bandas criminales; los enfrentamientos entre ellas para asumir el control del mercado dejaron incontables muertos. La admiración por los capos contemporáneos recuerda a Al Capone, y, expande, a nivel mundial, lo que sucedía en esa época en Chicago, donde el soborno, el mercado negro y la muerte eran cotidianidad. La Ley Volstead fue abrogada en 1933.
Los 14 años de vigencia de la Ley Seca, y el número de muertos acumulados en ese periodo, son pocos frente a la contumacia de los gobiernos actuales para iniciar la legalización de la mariguana y nulos frente a los cientos de miles de muertos de las últimas décadas. Nulos también frente a la emergencia del nefando concepto Estado Fallido, creado por los estadounidenses, del cual, muchas naciones, incluyendo vastas zonas de nuestro territorio, forman parte. Uruguay asume el liderazgo para modificar el tejido actual del narcotráfico. Intento loable: ¿de qué otra manera se puede enfrentar a las mafias de las drogas?
La política represiva frente a las drogas, incluyendo la participación de la ONU, ha fracasado. Todas las iniciativas han devenido retroceso. No sólo no se ha ganado: el número de muertos y los montos económicos producto del negocio de las drogas se han multiplicado. Uruguay, cito, "asumirá el control y otorgará licencias a algunas empresas para que realicen la distribución y producción"…; "Estamos en un contexto de aumento de los decomisos y de presos por el tráfico de drogas y, sin embargo, el fenómeno no cesa, la inseguridad pública y el consumo han aumentado"…; "Se intenta terminar con la clandestinidad. Identificar y tener un mercado a la luz del día". El tinglado anterior es contundente: producir legalmente, disminuir los delitos, mejorar la seguridad y marginar a los productores ilegales. Al igual que los alcohólicos arropados por clínicas y Estado mejoran, las personas dependientes de mariguana u otras drogas, podrían recibir atención médica una vez aceptado el problema. Además, estudios médicos han demostrado que el alcohol produce más estragos en la sociedad que las drogas.
No hay día sin cadáveres producto del narcotráfico. No hay día sin noticias sobre la guerra contra las drogas. No al condón, no al aborto aunque sea por violación, no al cierre de Guantánamo, sí a la Asociación del Rifle, forman parte de la nauseabunda doble moral contemporánea; como parte de esa doble moral, la concerniente a las drogas pelea por el liderazgo.
Ignoro si el experimento uruguayo llegará a buen puerto. Intuyo que sí. De ser así, los grandes políticos, capos o no, deberán repasar las razones de su testarudez.