UNA DECISIÓN IMPORTANTE
Durante la adolescencia, muchas jóvenes enfrentan la presión de sus novios para que se vayan a vivir con ellos. Esta situación se está volviendo costumbre en varios países del mundo. Cuando se les pregunta a los jóvenes por qué quieren vivir en unión libre, la mayor parte de las mujeres responden: "Que se trata de un primer paso hacia el matrimonio". En cambio, para los hombres, el motivo más común es el sexo. A la pregunta de por qué viven con su novia, ellos responden: "Para tener relaciones sexuales cuando quiera y donde quiera".
Las personas que viven juntas sin casarse, sienten que tienen una unión menos sólida, con pocas responsabilidades y un comportamiento menos fuerte con esa unión. La unión libre, aunque muchas veces aparenta ser una decisión valiente y romántica como se observa en las películas, con frecuencia no es más que una forma de evitar un compromiso total. Cuando dos personas deciden vivir juntas sin estar casadas, frecuentemente una de ellas, o ambas, teme que su amor no sea tan fuerte que pueda durar toda la vida, y por lo tanto opta por una salida fácil en caso de que las cosas vayan mal.
Por lo general, las personas que cohabitan establecen un vínculo amoroso tan fuerte como el de las parejas casadas. El problema es que es más fácil que una pequeña dificultad los separe, pues carecen del factor que mantiene juntos a los casados: hijos, bienes mancomunados, un documento legal, y sobre todo la bendición de Dios recibida en un Sacramento al unirse por la Iglesia.
Las esposas que cohabitaron antes de la boda se quejan de la falta de comunicación de sus maridos. La ilusión de contraer matrimonio se pierde en automático cuando los jóvenes han tenido relaciones sexuales previas. Aunque lleven a cabo una ceremonia elegante y con muchos invitados, jamás será lo mismo.
La unión libre no es un estado exento de problemas que ofrezca todas las alegrías del matrimonio y ninguna responsabilidad. La violencia doméstica entre las parejas es mayor cuando no se han casado al no contar con el apoyo moral de sus familias respectivas. Cuando uno no está casado y riñe, no está obligado a resolver la dificultad si no lo desea. Le basta con marcharse. Para estas parejas es más difícil construir un amor duradero precisamente porque no tuvieron ilusiones románticas que se forman con un noviazgo limpio y puro.
Abreviar la vida romántica de un noviazgo para empezar a vivir juntos, es un grave error. El noviazgo es una época maravillosa que jamás volverá y que debemos vivir en plenitud las personas que optamos por el matrimonio. Muchos de los problemas que surjan en el futuro cuando se inicie "la lucha por el poder" se suavizarán evocando imágenes románticas idealizadas de aquella época de cortejo que siempre se conservan en la mente.
La cohabitación previa es definitivamente el camino equivocado que los jóvenes deberán evitar para que su vida futura no fracase. A medida que nuestros hijos se hacen adultos, nosotros los padres perdemos la posibilidad de tomar decisiones por ellos. Tampoco podemos protegerlos por completo del mal. Pero al menos podemos amarlos e instruirlos con toda la información necesaria para que no se equivoquen. Después, sólo nos queda rezar para que tomen las decisiones correctas.
No podemos hablar de las relaciones prematrimoniales sin tocar el tema de la pureza. El respeto y la pureza en los jóvenes es un elemento esencial para construir una unión duradera con sólidos principios morales que no se resquebrajen al primer tropiezo de la vida. Cuando el sexo se desvincula completamente del amor y se busca por sí mismo, entonces el hombre abandona su dignidad y profana la dignidad del otro. Si renunciamos al empeño por mantener el alma limpia, llevamos el riesgo de abandonarnos a la tiranía de los sentidos rebajándonos a un nivel infrahumano: parecería como si el espíritu se fuera reduciendo y el cuerpo se agigantara hasta dominar.
En estos momentos, más que nunca antes, el mundo registra un hecho que hay que estimar como nuevo por su difusión y gravedad: la degradación del amor humano y la oleada de impureza y sensualidad que se ha abatido sobre la faz de la Tierra se encuentra en aumento. Se trata de un fenómeno histórico sin precedentes. Es una forma de rebajamiento del hombre y de la mujer que afecta a la intimidad radical de su ser y a lo más íntimo de su personalidad.
En el cine y en algunos canales de televisión se utiliza cada vez con mayor frecuencia un lenguaje vulgar que daña muchísimo la moral y las buenas costumbres que heredamos de nuestros antepasados, convirtiendo en "normal", lo que no es. Para entender esto aclaremos que el sexo no es una realidad vergonzosa, sino una dádiva divina que va dirigida al amor y a la fecundidad. Cada vez que lo vulgarizamos, se devalúa el verdadero motivo para lo que fue creado.
La actividad procreadora se ciñe a unos años dentro de la etapa terrena del hombre que se hizo para cumplir la misión de propagar la especie y, sobre todo, de aumentar el número de elegidos para el Cielo.
Son muchas las fuerzas malignas en el mundo que tratan de jalar a las jóvenes para destruir su propia dignidad, ésa que se les confirió al ser hijas de Dios. Los que manejan esas fuerzas diabólicas buscando intereses económicos personales les crean una gran inconformidad con su cuerpo, ocasionando que se enfermen de bulimia y anorexia. Les dicen y las convencen como si fueran objetos, "que tienen que ser alguien más" -similares a determinados artistas o modelos; "y que tienen que ser algo más" -creándoles una insatisfacción crónica que muchas veces las orilla al suicidio.
En ese torbellino que las arrastra, las jóvenes tienen una profunda necesidad de observar a alguien que se atreva a vivir una vida de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo, porque el Señor se sirve de unos cuantos para iluminar a muchos. A pesar de su exitosa carrera como modelo en Nueva York, la hermosa joven Leah Darrow -hija mayor de una familia profundamente católica del sur de los Estados Unidos- sintió que en algo importante estaba fallando. Ella relató en un reciente artículo publicado en el National Catholic Register que su conversión se produjo cuando se dio cuenta que para seguir participando en el concurso de "La mejor modelo del año", tenía que utilizar ropa impropia que la hacía indigna, y someterse a regímenes alimenticios que dañaban su salud transformándola en "una persona diferente". Ella se dio cuenta a tiempo y renunció a esos "certámenes de belleza" que la estaban arrastrando hacia abismos insospechados. En la actualidad recorre varias universidades de la Unión Americana impartiendo conferencias a las jóvenes para que no olviden los detalles de pudor y decencia en el vestir, la negativa tajante a participar en conversaciones no propias de un cristiano, y el rechazo de espectáculos inmorales.
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