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Jacobo Zarzar Gidi

FORTALEZCAMOS NUESTRA FE

Hace quince días, miré con admiración al acudir a misa en la Parroquia de San Pedro Apóstol un ejemplar de la "Vida del Alma" editado por la Buena Prensa -obra de los Jesuitas de México-. En la portada aparece representada la bellísima pintura titulada "La incredulidad de Santo Tomás" (Incredulitá di San Tommaso). Se trata de un cuadro pintado por Caravaggio en 1602 para la familia Giustiniani. El cuadro nos muestra el momento en que Cristo resucitado se aparece a sus discípulos, pero Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, aún no cree en su identidad, por lo que Nuestro Señor introdujo uno de los dedos del apóstol en la llaga de su costado. Caravaggio ejecutó magistralmente una composición que converge completamente en el punto de la llaga con el dedo metido, de tal modo que la atención de los personajes del lienzo y la de los espectadores contemporáneos se ve irremisiblemente atraída por esta "prueba" física.

La luz fría cae en fogonazos irregulares sobre las figuras, iluminando el cuerpo de Cristo con un tono amarillento, que lo hace aparecer como un cadáver, envuelto aún en el sudario. El pecho todavía está hundido y pareciera que la muerte se resiste a dejarlo marchar al mundo de los vivos, manteniendo sus huellas en el cuerpo de Jesús. El cabello desalineado del Maestro refleja a la perfección que ha pasado por un hecho traumático sin precedentes como fue la crucifixión y la muerte. La expresión de su rostro, que nos conduele hasta las lágrimas, habla de un gran sacrificio que muchas veces no tomamos en cuenta.

"Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto". El evangelio de Juan termina con una alabanza a los que llegarán a la fe por la presencia invisible de Jesús en el Espíritu.

Se nos olvida que los cristianos somos herederos de un pasado glorioso que data desde la Iglesia primitiva que tuvo su sede en Roma, tierra regada por la sangre de los primeros mártires -los apóstoles Pedro y Pablo, y tantos otros que murieron antes que comprometer su fe cristiana. Ese hecho histórico debería hacernos sentir orgullosos. En la actualidad, buscamos a Jesucristo, pero algunas veces damos la impresión de que no queremos encontrarlo. Mientras mayores sean las dificultades por las que estemos pasando, más grande debería de ser nuestra fe. Pero lo que normalmente hacemos en esos casos es dejarla a un lado, olvidarnos de ella y abrazar vicios que la destruyen.

Necesitamos regresar a los buenos hábitos de nuestros antepasados: Padres de familia que permanecían largas horas de la noche arrodillados junto a una silla en la sala, rezando fervorosamente, mientras apretaban con desesperación las cuentas de su rosario. "Dios te salve María, llena eres de gracia… Esa oración les dio fuerzas a muchos para alejarse del alcoholismo, y ahora puede ayudar a otros para dejar atrás la violencia.

Madres de familia que llorando imploraban misericordia, pidiendo salud para sus hijos, y no dejaron la oración un solo momento a pesar de haberlos perdido. Y aquí me detengo un momento, para intentar dar consuelo a todos esos padres y madres de familia que han sufrido la irreparable muerte de sus hijos. Después del golpe traumático de la pérdida, solamente existen dos caminos para intentar recobrar la paz del espíritu: La oración a Nuestra Madre la Santísima Virgen María -recordando en todo momento que también Ella perdió a su Hijo-, y el tiempo.

Mucha gente buena hace malabares para cumplir con sus compromisos, lidia con reveses e intenta agradecer lo que tiene mientras trabaja, educa a sus hijos tomando en cuenta los valores tradicionales, y avanza en la fe que debe de ser sólida y sobrenatural. Algunas veces el Señor parece lejano, pero la realidad es que somos nosotros los que nos fuimos alejando de Su presencia. "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar" (Mateo 11:28.) La oración es mucho más el instinto de nuestra naturaleza como cristianos que un deber cumplido por mandato de Dios. Los más hondos deseos del corazón se expresan con una oración en secreto.

Necesitamos ahora más que nunca un verdadero despertar espiritual porque vivimos una época en que la fe languidece a pesar de tratarse de una herramienta fundamental para enfrentar los retos de la vida. Démosle a Dios una nueva oportunidad en nuestro corazón para poder continuar ese viaje tan complicado que nos conduce a la vida eterna. Hemos dejado muchas tribulaciones en el camino, la tristeza y las enfermedades nos han perseguido, pero que no claudique nuestra fe por ser lo único que permitirá a nuestra nave llegar a puerto seguro. Si Dios te dio un don, debes aprovecharlo al máximo compartiéndolo con los demás. ¡Nunca permitas que la flojera, las comodidades, la indiferencia o el miedo te impulsen a dejar enterrados esos tesoros que el Señor te dio! Propaguemos la fe para que llegue a más personas. ¡Si crees, manifiéstalo!

Mucha gente se siente agobiada por las cargas de la vida y necesita fortaleza, pero sin Jesús todos nuestros esfuerzos fracasarán. Él es nuestro impulso y nuestro guía, no nos cansemos de buscarlo y esperarlo. Santa Teresa de Lisieux (1873-1897) conocida como "la Florecilla", en su autobiografía, "Historia de un alma", dijo que pasaría una eternidad derramando flores sobre el mundo para todos aquellos que pidieran su ayuda. Mucha gente dice que huele o recibe rosas en forma inesperada después de rezarle. Querida santa Teresa: pide por favor a Nuestro Señor que proteja a … en su operación. Que ésta sea un éxito. Gracias por tu intercesión".

"Y yo os digo: pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y os será abierto. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abre" (Lucas 11: 9-10). El Señor llenará ese vacío que ahora sentimos y nos hará ansiar crecer más y más en su amor para hacer y aceptar siempre su santa voluntad. Poco a poco descubriremos qué es lo verdaderamente importante, y sabremos qué quiere Dios de nosotros. No siempre ha sido fácil vivir en el mundo para sostener a la familia, y al mismo tiempo tener nuestra mente y nuestro corazón en lo espiritual. Cometemos tantos errores, que diariamente nos sentimos indignos de la religión que profesamos, pero el Señor siempre nos aguardará con gran paciencia. Es importante que todos los días fortalezcamos nuestra fe para que otros puedan llenarse de esa fe curativa, de esa esperanza que sostiene y de esa caridad que al mundo puede transformar.

El 80% de la humanidad espera el anuncio del Evangelio, y nosotros permanecemos callados. Se trata de un desafío para que verdaderamente nos decidamos a trabajar por Cristo. La vida nos pone a prueba hasta el límite, pero soportamos todo por ser hijos de Dios. Cuando estemos a punto de perder la fe y de extraviar el rumbo, comuniquémosle al Señor nuestros temores, preocupaciones, angustias, esperanzas y sueños. Y posteriormente sintamos Su fuerza cuando nos acompañe para resistir tantas horas de estar navegando contra la corriente. Los que aman y sirven al Rey, incrementan su fe todos los días.

jacobozarzar@yahoo.com

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