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Más allá de las palabras

Jacobo Zarzar Gidi

NO ESTÉS TRISTE

La depresión es la enfermedad de la tristeza, es un descenso del estado de ánimo, que da lugar a una vivencia de hundimiento psicológico terrible. No se trata de una enfermedad de características definidas, sino de un trastorno que puede manifestarse de muchas formas, pues afecta a lo más profundo del ser humano y cada uno guarda en su interior un estilo propio e irrepetible cuyas particularidades se manifiestan tanto en su personalidad como en los desórdenes que sufre.

La depresión constituye la gran epidemia de la sociedad moderna. El que la sufre no tiene ganas de ponerse en actividad y de hacer algo, padece un abanico de sentimientos negativos que le agobian, como la pena, la melancolía, el quebranto, el desencanto, la desilusión, el abatimiento, la falta de energía, y la ausencia de entusiasmo. Todo ello se complica cuando existe una personalidad depresiva, que es una forma de ser característica, con propensión a sufrir tristeza. Los que la sufren sienten que alguna situación se torna insoportable, negativa, frustrante, llena de sin sentido y no pueden fácilmente salir de ella.

El gran psiquiatra español Enrique Rojas afirma al respecto: "El que no ha padecido una auténtica depresión no sabe realmente lo que es la tristeza, uno de los sentimientos más complejos en el ámbito de la psicología siempre escoltado por la pena que se intenta ocultar muchas veces con una sonrisa; y por el desconsuelo al verse sumido en un paisaje interior negativo con serias dificultades para proyectarse hacia el futuro".

Algunas personas cometen el gravísimo error de tomar antidepresivos mezclados con bebidas embriagantes para intentar salir de una depresión profunda. Lo que no me explico es por qué se deprimen, teniendo una familia estable, salud -hasta ese momento-, y abundantes recursos económicos. Aparentemente lo tienen todo y no se han dado cuenta. Recordemos lo que dijo al respecto el poeta y escritor Octavio Paz: "El gran reto del hombre es ser digno del niño que fue".

El perfeccionamiento es lo que nos lleva a la felicidad, como si fuera un marcador que nos avisa de que la vida va por el rumbo positivo correcto. Recordemos que hay tres niveles que se constituyen en antagonistas de la tristeza: "El placer" -que es transitorio y que afecta más al cuerpo que a la mente-, "la alegría", -sentimiento superior y consecuencia de haber alcanzado algún objetivo por pequeño que sea-, y "la felicidad" -que es el fin de la educación y la meta que todas las culturas de la Historia han perseguido-. "La alegría" está por encima del placer, pero por debajo de la felicidad.

"La felicidad" está en alcanzar la máxima cima posible para cada cual, por medio de una verdadera ingeniería de la conducta. Se trata de la aspiración más universal que existe y, a la vez, la más difícil de conquistar.

Cada época tiene sus enfermedades específicas. En la que vivimos ahora parece que la depresión ha alcanzado su apogeo. En nuestros días, millones de personas en todo el mundo se sienten afectadas por ella y no encuentran forma de librarse de su opresión. Son muchos los que se pasan la vida culpando a otros de su propia tristeza. Algunos más, sufren y se quejan constantemente al compararse con parientes millonarios, y se preguntan ¿por qué ellos no tuvieron la misma suerte para poder vivir desahogados?

Recordemos que no es lo mismo la tristeza justificada por la muerte de un ser querido, por un revés de fortuna o por una ruptura afectiva, que aquella tristeza sin motivo que viene de pronto y se instala en el primer plano de nuestra personalidad. Si un día la sentimos, intentemos salir cuanto antes de ese laberinto tenebroso de brumas inciertas y pensamientos negativos que conducen a un túnel de complicada escapatoria.

Con una actitud positiva y esgrimiendo la bandera de la ilusión, haciéndonos otra vez como niños, mantendremos encendida la vela de la esperanza. Si nos distanciamos de Dios, ¿Quién podrá sostenernos, y a quien podremos pedir misericordia?

La auténtica felicidad no se encuentra al alcance de nosotros los humanos, por lo menos durante el tiempo que vivamos aquí en la Tierra. Los altibajos, frustraciones, dificultades, sinsabores, errores, etc., son inevitables. En nuestras manos está el saber encauzar esos fracasos y aprovecharlos como experiencia de la cual debemos sacar valiosas enseñanzas. No debemos dejarnos dominar por el desánimo, incluso en las circunstancias más difíciles podemos crecernos ante las dificultades, mirando siempre hacia adelante con esperanza en el porvenir.

Es probable que la presencia silenciosa e inevitable de la muerte en nuestra vida sea también motivo de depresión. Ahí la tenemos aguardando siempre el momento menos esperado para darnos el zarpazo y sorprender a los nuestros. El antídoto contra ese temor que produce depresión es una fe fuerte y vigorosa en Dios… y como consecuencia en la vida eterna. La felicidad es el objetivo de la existencia humana. Es un proceso que exige orden, constancia, voluntad, y motivación. Se obtiene: Minimizando los fracasos y valorando hasta el menor de los logros. Tomando las cosas de la vida con sentido del humor. Conociéndonos a fondo, porque una personalidad madura es un gran antídoto contra la depresión. Desarrollando lenguajes interiores positivos que nos empujen a lo mejor. Fortaleciendo la voluntad, (una persona con fuerza de voluntad llega en la vida más lejos que una persona inteligente). Superando las crisis de la vida, incluyendo las que surgen con la edad. Teniendo una concepción correcta del tiempo, formando una ecuación sana, equilibrada y armónica con el pasado, presente y futuro. Contando con el apoyo de la familia y de los amigos. Buscando el verdadero sentido de la vida, en resumidas cuentas encontrar a Dios y amarlo. Vivimos en una sociedad que tiene prisa, pero que desgraciadamente no sabe adónde va, desorientada en las cosas fundamentales de la vida e inmersa en una búsqueda de placeres que la va destruyendo. El aumento del número de parejas rotas en nuestros días es una manifestación de la crisis de la persona, que se encuentra perdida de sí misma, desorientada y a merced del hedonismo, el consumismo, la permisividad y el relativismo. La pérdida del sentido religioso de la vida da como resultado esta nueva epidemia de "amores eólicos" (Eolo, dios del viento en la mitología griega). Así son muchas de las relaciones actuales. Se buscan relaciones nuevas, inesperadas, con el deseo de volver a sentir el vértigo de sentimientos intensos propios de los adolescentes. Esta inmadurez afectiva hace que muchos adultos se conviertan, en el terreno emocional, en auténticos veinteañeros. Ello da lugar a familias en perpetua recombinación, cambiantes, cruzadas, combinadas, en las que los niños se sienten perdidos y que necesitan más que otros ensayar mecanismos adaptativos para sobrevivir y no naufragar a causa del oleaje multiforme de unos padres cuya vida sentimental se centra en la ocasión, el azar o la aventura juvenil.

Es importante educar a los hijos con los pies bien puestos sobre la tierra. Algunos padres de familia cometen el gravísimo error de desubicarlos, haciéndoles creer que cuando sean grandes tendrán las mayores comodidades del mundo… "porque las merecen", y que serán muy ricos… "porque así fueron sus ancestros". Tomando en cuenta que el dinero va y viene, pero casi siempre se va, la verdad es que ellos conseguirán únicamente lo que resulte de su esfuerzo, de su trabajo, de su habilidad para negociar, de su dedicación, de su audacia, de su constancia y de su sacrificio personal. Todo lo demás -incluyendo esos equivocados presagios de sus padres- solamente les hará daño, y les creará un profundo vacío existencial muy difícil de llenar, que los puede conducir a la amargura, al desánimo, a la depresión… e incluso al suicidio.

Lo que hace rica a la persona no es el dinero, sino alcanzar dentro de sus posibilidades la cima de sus aspiraciones, y además, ser sensible al mundo que le rodea, llenando su corazón de solidaridad y amor. Lógicamente, son básicas unas mínimas condiciones económicas, pero la madurez va mucho más allá. La felicidad, reducida a bienestar y a nivel de vida, es una pobre interpretación de lo máximo a lo que se puede llegar.

¡Ánimo, no estés triste, el Señor te ama!

jacobozarzar@yahoo.com

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