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Jacobo Zarzar Gidi

EL PECTORAL DEL PAPA FRANCISCO

La cruz que el Papa Francisco lleva en el pecho, donde no aparece Jesucristo crucificado, ha llamado la atención de muchas personas. En el alto relieve de la cruz lo que se ve es un rebaño y, en primer plano, la imagen del Buen Pastor, que lleva sobre sus hombros a la oveja perdida. En la parte superior se observa al Espíritu Santo, representado como una paloma con la cabeza hacia abajo.

Francisco, al ser nombrado Papa, rechazó la cruz pectoral de oro pontificia que llevaron sus antecesores y se quedó con la que usó como cardenal Jorge Bergoglio, en uno de tantos gestos de humildad que conquistaron a la mayor parte del mundo católico y a la prensa italiana.

La imagen del Buen Pastor pertenece a la iconografía de los seis primeros siglos del cristianismo y significa la actitud del hombre que deja el rebaño para rescatar a la oveja descarriada. La imagen del Buen Pastor más antigua fue hallada en las catacumbas de San Calixto, en Roma, y data del tercer siglo de nuestra era.

El pectoral del Papa Francisco describe perfectamente que las ovejas somos el rebaño de Cristo. Nuestro Redentor carga amorosamente una de ellas en sus hombros con los brazos cruzados, y en esta oveja se funde el resto de ellas en perspectiva triangular o de montaña. En el centro de la cruz está la Cabeza de Cristo, y tiene sus manos juntas cerca del corazón (que es el corazón de Dios), sujetando entre sus manos a la Humanidad. Avanza tranquilo después de haberla colocado sobre sus hombros, porque se le había perdido y la ha encontrado. Como Buen Pastor, da la impresión de cargar a todos sus hijos, deseando que nadie escape de la salvación eterna.

A diferencia de un Cristo crucificado, con sus manos paralizadas y clavadas, esta cruz representa a un Cristo Vivo y Resucitado, trabajando y sirviendo, amando y redimiendo. La Paloma -que está colocada cabeza abajo- tiene forma de cáliz, con su copa que se forma en las plumas superiores de su cola, lo cual podría simbolizar la firme intención de dejar inmaculada la materia por medio de la Redención de Jesucristo.

Con este pectoral, el Papa Francisco invita a todos los sacerdotes y obispos a permanecer en medio de su rebaño, saliendo con frecuencia a las humildes periferias donde las carencias materiales incrementan las espirituales.

"Yo soy el buen pastor", dice Jesús. Él conoce y llama a cada una de las ovejas por su nombre, nos busca y nos cura. Junto a Él, no nos sentimos perdidos en medio de una humanidad inmensa y sin nombre. Somos únicos e irrepetibles, con un alma que será eterna. Podemos decir con exactitud: "Me amó y se entregó por mí". Él distingue nuestra voz entre muchas otras. Ningún cristiano tiene derecho a decir que está solo. Jesucristo está con él; y si se ha extraviado por los caminos del mal, el Buen Pastor ha salido ya en su búsqueda, mucho antes de haberse sentido perdido. Sólo la mala voluntad de la oveja al no querer regresar al aprisco puede hacer fracasar el desvelo del pastor.

Jesús ha dispuesto que haya en su Iglesia buenos pastores para que en su nombre guarden y guíen a sus ovejas. La solicitud del Buen Pastor es que todos los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia, para que ninguno se pierda, y que todos tengan acceso a las moradas eternas.

Cada cristiano debe ser buen pastor también de sus hermanos ayudándolos con su ejemplo y su oración. Este oficio exige mucho amor y mucha paciencia. El descuido de esta misión puede llevar a la muerte incluso a las ovejas fuertes.

Cada uno de nosotros necesita un buen pastor que guíe su alma, pues nadie puede orientarse a sí mismo sin una ayuda especial de Dios. La dirección espiritual es necesaria para que no tengamos que decir, al final de nuestra existencia, que hemos vivido sin saber a dónde íbamos. Para que no tengamos que decir que nuestra vida ha carecido de sentido y que no tuvimos metas sobrenaturales.

Todos necesitamos palabras de aliento cuando hemos fracasado en un intento por levantarnos; cuando nos hemos cansado de ir contra la corriente; cuando nos sentimos tristes y terriblemente solos. ¡Qué alegría poder comunicar lo más íntimo de nuestros sentimientos, para orientarlos a Dios, a alguien que nos comprende, nos estima, nos abre horizontes nuevos y nos alienta! Pero es importante acudir al que es verdaderamente buen pastor para nosotros, aquél a quien el Señor quiere que acudamos.

Cuando nos sintamos extraviados en un túnel sin salida, es importante hacer una pausa en el trajín de cada día para dedicar un tiempo a Dios y un tiempo también a nuestra propia alma. Un tiempo para mirar hacia adentro, para darnos cuenta qué es lo que estamos haciendo bien y qué es aquello en lo que nos estamos equivocando. Este ejercicio espiritual es muy útil para el alma, para las relaciones familiares y para el cuerpo. Si lo hacemos así, tarde o temprano, con la ayuda de Dios, no volveremos a ser otra vez la oveja perdida. Y en el ocaso de nuestra vida, elevando los ojos al cielo, podremos exclamar: "Acuérdate de mí, Señor, cuando deje este mundo, y condúceme, gracias a tu misericordia, a la Vida Eterna.

jacobozarzar@yahoo.com

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