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EL INSTITUTO FRANCÉS DE LA LAGUNA

Jacobo Zarzar Gidi

El año próximo, el Instituto Francés de La Laguna, nuestra querida "Alma Mater", cumplirá setenta y cinco años de haber sido fundada un 8 de febrero de l939. Hombres visionarios como D. José Q. de Miranda y D. Luis J. Garza, fueron las personas seleccionadas por el Señor de la Historia para organizar los diferentes grupos de trabajo, conseguir los terrenos necesarios, financiar la obra, y motivar a otros con la finalidad de traer a tierras laguneras la bendita semilla lasallista. A partir de entonces, se comenzaron a escribir las páginas gloriosas de un centro de estudios que formó y capacitó a infinidad de jóvenes para hacerle frente a la vida con toda la problemática y la responsabilidad que ello encierra. Les brindó una profunda formación católica y les dio la oportunidad de conservar como un valioso tesoro los principios morales adquiridos para que las familias se mantuvieran unidas frente a la adversidad y el mal momento.

Para los laguneros que se encuentran esparcidos por todo el mundo, decir las palabras Instituto Francés, es abrir un baúl lleno de recuerdos que nos produce una gran alegría, porque la vida está hecha de momentos, de instantes preciosos que no volverán, de páginas y páginas de un libro cuyo contenido aún no terminamos de escribir.

Nuestro sincero agradecimiento a San Juan Bautista de La Salle, patrono fundador de la Orden de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Nuestra más profunda gratitud para todos aquellos religiosos que se lanzaron un día a tierras agrestes y desconocidas, más allá del océano, en busca del ideal sublime que consiste en enseñar a la niñez del mundo el camino seguro que conduce a la superación constante y a una bienaventurada imitación de Cristo.

No fue fácil, algunos de ellos fueron masacrados por bandoleros para robarles sus escasas pertenencias y otros fueron perseguidos cobardemente hasta privarlos de la vida por no estar de acuerdo con las ideas anticlericales que surgieron en su tiempo. Pero, la sangre de los mártires, siempre ha sido semilla de nuevos cristianos.

Mártires y santos algunos de ellos, la mayoría hombres cabales que se desgastaron en el anonimato intentando modificar las estructuras del mundo al depositar en la niñez la semilla de la fe, de la esperanza y del amor.

Sus enseñanzas estuvieron siempre bajo la protección de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, es por eso que las recordamos como si hubiesen sido impartidas el día de ayer, y se toman en cuenta como si las hubiesen dicho el día de hoy.

La presencia de los Hermanos en México respondió a las llamadas insistentes que durante 40 años estuvieron llegando a los Superiores del Episcopado, y sobre todo a las acciones emprendidas por ciertas personas influyentes.

La historia nos dice que entre l866 y l904, más de l0 peticiones habían llegado a París para que la Congregación se instalara en México. El día 4 de noviembre de l905, parten en barco del puerto del Havre en Francia, hacia Nueva York, los cuatro pioneros que pisarían las costas mexicanas. Los nombres de estos insignes fundadores son: Hermano Jébert, Hermano Amédée Francois, Hermano Adrien Marie y Hermano Antoine Claude.

Varios días duró la travesía hasta Nueva York. La prosecución del viaje los lleva a desembarcar en La Habana. El 25 de noviembre en el vapor americano "Vigilance" zarpan rumbo a Veracruz. Después de asistir a una Misa de acción de gracias, se dirigen a la Ciudad de México en donde solicitan venerar la imagen milagrosa de Nuestra Señora de Guadalupe en su Basílica del Tepeyac. A ella le consagraron la nueva provincia y todo el bien que en ella se hiciera.

Gracias al auxilio directo de la Divina Providencia, el mundo de hoy puede admirar los resultados que se encuentran a la vista: cientos de miles de personas repartidas entre los cinco continentes son egresadas de estos colegios, y por lo tanto viven comprometidas con esa semilla que los viejos maestros lasallistas depositaron en su tierno y dócil corazón.

Si nos preguntáramos después de todos estos años: ¿Qué nos dejó el Lasallismo? De inmediato responderíamos que nos ha dejado una enorme fe en Dios y una gran fortaleza, la cual nos permitió conservar la paz y la esperanza que tanta falta le hace al mundo. Nos dejó agradecimiento por la vida y por la espiritualidad recibida. Nos heredó una gran capacidad de asombro que nos hizo descubrir en la creación las maravillas del Señor. Nos hizo inconformarnos con nosotros mismos para finalmente darnos cuenta que podíamos avanzar hacia nuevos horizontes en los cuales no existen límites, porque nunca sabe un hombre de lo que es capaz hasta que lo intenta. Nos permitió sentir que Jesucristo ha sido y seguirá siendo nuestro guía y nuestra inspiración.

Intentamos multiplicar los talentos recibidos en herencia espiritual. Comprendimos que no era razonable evadir las realidades de este mundo, y las enfrentamos… no tuvimos miedo de arriesgar.

Ser lasallista es ser misionero, es estar dispuesto a dejar los apegos de este mundo para salir con humildad en busca del hermano desorientado, del que pisa terreno peligroso y del que necesita descubrir en los sucesos cotidianos la verdad evangélica, porque buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro.

Ser lasallista es convertirse en un soldado de Cristo, defensor de los más altos valores morales y luchador incansable contra el pecado. Ser lasallista es tener el ánimo suficiente para transformar lo tambaleante en sólida fortaleza, los rincones oscuros en recintos de luz, y las mayores dudas acerca de la fe en firmes convicciones de las verdades irrefutables que pueden llegar a servir de guía a la humanidad.

Ser lasallista es ser un hombre o una mujer orante, con buena disposición para pedir por la salud del mundo que se encuentra en crisis, para suplicar al Señor por los vivos y los muertos, por los que se han olvidado de Jesucristo y por los que tienen un concepto equivocado acerca de Su Persona.

Ser lasallista es ser un evangelizador de tiempo completo que aprovecha cualquier circunstancia, cualquier reunión, cualquier tema de charla, para reconocer en voz alta el bendito nombre de Jesús.

Señor, tú que nos dijiste: "Ven y sígueme", incrementa las vocaciones lasallistas en un mundo cada vez más conflictivo, con mayor población, con mayores necesidades espirituales y con un mayor vacío de Tu Persona.

Motiva a los jóvenes, para que se comprometan, para que se atrevan a dejar las vanidades de este mundo y sigan tus pasos, para que enseñen abiertamente la Verdad con tu doctrina y tu doctrina con la Verdad.

Enfréntalos a nuevos retos y ayúdalos a salir adelante en beneficio de las futuras generaciones. Recuerda que la tecnología intentará superar a la razón y a los sentimientos; el odio a la bondad; el deseo de venganza al perdón; el erotismo, a la lucha personal contra la sensualidad y el amor desordenado. Todo ello puede presentarse en cualquier momento con mayor fuerza. Si esto llegase a acontecer, allí estará el escuadrón lasallista, presto para entrar en acción en el sitio mismo donde suceda lo irregular, lo sucio, lo pecaminoso, porque ellos han sido preparados para comportarse como hijos de Dios, y eso jamás lo van a olvidar.

Después de todos estos años, sería bueno preguntarnos, si hemos encontrado a Jesucristo en el azaroso camino de la vida, o si nos distrajimos con las vanidades de este mundo. Preguntarnos, si ayudamos a cargar la cruz de nuestros semejantes, o si la hicimos más pesada.

A lo lejos, se escucha el estruendo majestuoso del tambor y el toque varonil de las cornetas. En los rincones del colegio aún persiste el sonido armonioso de la orquesta y las voces en concierto de los grupos juveniles que en su tiempo formaron la coral.

En el recreo, después del toque de campana, un par de niños se arrodilla en la tierra para jugar a las canicas, y el verde césped de los campos crece vigoroso para celebrar la gran fiesta deportiva del Primero de Mayo.

En el salón, un maestro se dispone a dar su clase, pero antes, pronuncia en voz alta una breve oración a San Juan Bautista de La Salle, y recuerda a sus alumnos que en esos momentos se encuentran en la Santa presencia de Dios. Por la avenida exterior -muy cerca del colegio-, a paso lento, se observan personas con semblante triste vestidas de negro, que caminan formando la caravana luctuosa de una anciana monja del hermano colegio Villa de Matel.

Casi a gritos, entre los pasillos, varios estudiantes anuncian que ya salió a la venta la nueva edición del periódico "Simiente", y por allí se dice que muy pronto darán principio los preparativos del Certamen de Oratoria. Así es la vida en el Instituto Francés de La Laguna, así son sus páginas gloriosas que se fueron escribiendo a través de la historia, y esos... ésos son los recuerdos que conservo en la memoria.

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