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Más deuda pública y para pagar intereses

JORGE A. CHÁVEZ PRESA

Mientras el incremento de impuestos acapara la atención, poco se habla sobre el aumento y el destino de la deuda pública. Definitivamente, el paquete fiscal para 2014 es extraño. Varios aspectos se contraponen: aumentan las tasas de los gravámenes para recaudar más, pero a su vez aumenta el déficit público sin compañía de un incremento importante en la inversión pública del Gobierno Federal o de racionalizar otras erogaciones.

El gasto gubernamental, sin considerar intereses, excede a los ingresos, lo que obliga a que parte del endeudamiento público solicitado para 2014 se destine a cubrir el costo financiero del Gobierno Federal. Esta manera de generar un déficit primario revela un debilitamiento de la hacienda pública federal, cuando lo que se necesita es fortalecerla. Eso sí preocupa.

Para 2014 el Ejecutivo federal está requiriendo un aumento en el endeudamiento público. Necesita 562 mil millones de pesos (mmdp) de financiamiento, que equivale a 3.2% del PIB (ver artículo 1 de la iniciativa de Ley de Ingresos de la Federación). Para 2013 el Congreso autorizó un techo de endeudamiento neto por 415 mmdp. También autorizó un techo por 7 mil millones de dólares de deuda externa neta a compartir con Pemex, CFE y la banca de desarrollo. Y con el envío del paquete económico para 2014, el Ejecutivo federal está solicitando ampliar el techo de 2013 hasta por 485 mmdp. Esto último rompe con la ortodoxia de la anualidad del presupuesto y en especial de "volarse" el techo nominal autorizado originalmente por el Congreso, lo cual no se observaba desde los 80. En la administración del presidente Fox se modificó también el techo de endeudamiento, pero fue para acomodar el cierre de Banrural con el pasivo laboral correspondiente.

Si las prioridades son el crecimiento económico y la generación de empleos, entonces nos debe preocupar el déficit público, la incidencia de los impuestos en las decisiones de inversión, ahorro y trabajo, así como la composición del gasto público. Ese es el gran debate nacional que está por encima de los intereses particulares. Dejo para otra ocasión el tema impositivo para concentrarme en el déficit y la composición del gasto.

El déficit financiero del Gobierno Federal propuesto para el 2014 es por 591.6 mmdp, el cual busca financiar con el monto de deuda mencionado más un diferimiento de pagos por 30 mmdp, que en 2015 se transformará en un adeudo de ejercicio fiscal anterior ("adefa"). Esto significa que el Gobierno Federal se estará disputando con el sector privado el ahorro financiero de los mexicanos más el que venga o retiren los inversionistas extranjeros. Si bien no se trata de un déficit gigante, continúa con una tendencia de incrementar sistemáticamente la deuda pública del Gobierno Federal para cubrir gasto corriente.

Ahora lo importante, ¿a qué va a destinar el Gobierno Federal el endeudamiento solicitado? Aquí está el meollo del asunto: si el monto del endeudamiento neto del Gobierno Federal supera el gasto de inversión del mismo por 190 mmdp, y el déficit primario pagado para 2014 se estima en 239 mmdp, parte del endeudamiento neto del Gobierno Federal se destinará necesariamente a pagar parcialmente los intereses de la deuda pública que para 2014 se estiman en 322 mmdp. Un detallito: nuestra Constitución con toda claridad ordena que el endeudamiento público sea sólo "para la ejecución de obras que directamente produzcan un incremento en los ingresos públicos…" (fracción VIII, artículo 73). ¿Cómo conciliarán esta desviación y la de 2013?

Los países modernos de la OCDE no consolidan las finanzas del gobierno con las de sus paraestatales. Es inaceptable que en México se utilice esa maña para justificar que el déficit del Gobierno Federal desaparece o es muy pequeño cuando se compensa con superávit de paraestatales al presentar las finanzas del sector público consolidado. Esta falacia, utilizado consistentemente durante los últimos 13 años, nos impide aceptar la realidad: la hacienda pública del Estado Mexicano es débil: (1) no alcanza para cubrir todos los derechos incluidos en la Constitución con la recaudación de los ingresos recurrentes; (2) los ingresos petroleros se usan para pagar gasto de operación gubernamental, y (3) continúa fuertemente expuesta a la volatilidad del precio del petróleo. Bendito sea el petróleo que hay en las entrañas del territorio mexicano, y bendita sea la necesidad que aún tiene la economía global de demandar combustibles para el transporte, de manera creciente en Asia, para sostener precios altos del crudo. Cuando cae el precio del petróleo la hacienda pública mexicana cruje. Empiezo a entender por qué le llaman Reforma Hacendaria (sic).

PD. Felicidades a EL UNIVERSAL por estos primeros 97 años de vida de tomarle el pulso a la República.

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