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Menos realidad, por favor

ARNOLDO KRAUS

La crisis bancaria en Chipre, para los no economistas, ni financieros ni hacedores de política no es la crisis bancaria de Chipre, es, dentro de las crisis, una nueva crisis. Conozco algunos sinónimos e ideas afines de crisis -aprieto, conmoción, dificultad, problema, aprieto- pero, prefiero ser redundante: crisis describe con precisión el mundo de hoy.

Crisis como realidad y realidad como crisis. "El orden de los factores no altera el producto", enseñan en primaria. Idea cierta como el acertijo repetido incontables veces en todos los idiomas, "¿qué es primero?, ¿el huevo o la gallina? Para los no biólogos, ni creyentes, la respuesta es complicada. Aventuro, entre el dogma aritmético y la cuestión biológica, una hipótesis: vivimos inmersos en una crisis cuya realidad no depende de la voluntad de la sociedad sino de los designios, caprichos y estulticia de políticos y banqueros -políticos banqueros- que rigen el mundo a partir de sus intereses e infinita amoralidad.

Crisis es la realidad en la cual vivimos inmersos y la realidad es que hoy no hay cómo escapar de esa espiral maligna. La bancarrota chipriota no termina en Chipre y no sólo es una de las múltiples enfermedades del euro, es, también, la continuación de una historia inacabada acerca del Poder omnímodo de los dueños del dinero y retrato de la derrota societaria frente a los embates del Poder.

Uno de los bancos chipriotas, Laiki Bank, ahora llamado por Moody's, el banco malo, es, uno de esos bancos donde el dinero se reproduce más rápido que en los bancos no malos, dónde los banqueros saben poco o nada del origen del dinero, sobre todo cuando algunos, (o muchos), inversores son extranjeros, pero, donde ambos, banqueros y cuentahabientes foráneos saben, aunque no lo digan, que los intereses a pagar son, después, de un tiempo, impagables. En los Laiki Bank de Moody's la historia es siempre la misma: después de otro tiempo, cuando la solvencia se convierte en insolvencia, y la realidad en crisis, la historia que unía a banqueros ladrones con evasores ladrones termina desnudando a ambos y sembrando nuevas crisis.

Lo detestable del asunto chipriota, es, por supuesto, la connivencia entre uno y otro ladrón, pero, también lo es la sorpresa y el desagrado mostrado por Rusia ante la quita de capital e intereses que sufrirán sus rusos, cuya dudosa inocencia los había conducido a la isla mediterránea para resguardar ahí su dinero. Al gobierno ruso le incomoda más el hundimiento del banco que el origen del dinero depositado en Laiki Bank, le incomoda más la realidad -pérdida de ahorros- que el origen de la crisis -intereses impagables, dinero de procedencia dudosa.

En el affaire entre "ahorradores" rusos y otros de naciones vecinas, y la (casi) quiebra de Laiki Bank, la crisis exhibe otras caras de la realidad: Imposible pagar lo pactado. Dentro del mismo affaire, sin olvidar que el banco malo es malo per se, debe agregarse el papel que ha jugado la agencia Moody's. Las inefables agencias de calificación de riesgo representan ese necesario e indispensable mal para el mundo de las finanzas, cuyo diagnóstico, como en el caso Chipre es, a todas luces, extemporáneo. ¿Por qué no auscultar cuando puede haber remedio?

Bien dice el filósofo Manuel Cruz Rodríguez en "Inyectar sociedad" ("El País", marzo 30, 2013): "Tal vez, de acuerdo con lo que declaran quienes acostumbran a ser considerados como expertos en el asunto, resulte conveniente para evitar catástrofes sistémicas inyectar capital en los bancos. Pero lo que resulta ya no conveniente, sino directamente imprescindible para que no naufraguemos en una gigantesca desagregación colectiva es inyectar sociedad no sólo en los partidos políticos sino también en la mayor parte de nuestras instituciones públicas". Inyectar sociedad como sugiere atinadamente Cruz a políticos y dueños del Poder debe ser la apuesta. La pregunta resulta obvia, ¿es posible hacerlo?

Vivimos la época de los desahucios (sobre todo en España). Atestiguamos los esfuerzos denodados para salvar bancos en vez de personas. Somos cómplices de los suicidios en varias naciones como respuesta salvadora (escribo sin ironía) al desempleo y a la indignidad de buscar alimento en la basura. Presenciamos brotes epidémicos de corrupción e impunidad de políticos en todo el orbe. Somos testigos, México es ejemplo, de la inmoralidad de la justicia. La lista previa no agota las lacras ejercidas desde el Poder. Ante esa caterva, ante la injusticia imperante, ¿es posible inyectar sociedad a políticos e instituciones públicas?

Las crisis bancarias de todos los Chipres no son de Chipre, son de todos. Se contagian y reproducen "ad nauseam". La sociedad no ha encontrado las formas para detener la voracidad de quienes la siembran y reproducen. El problema es inmenso. Cada nueva crisis hace más irrespirable la realidad.

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