Nos llegan muy buenas noticias. El Banco de América-Merill Lynch nos dice que los costos de la mano de obra en México ya son 19.6% más bajos que en China. Hace diez años, nos lo reporta el periódico El Financiero, los salarios eran 189% más altos que los chinos.
De acuerdo con esto, podemos producir más barato que los que hasta ahora han sido nuestros implacables competidores que nos reemplazaron como proveedores principales de nuestro mercado, sí muy nuestro, al norte. En efecto entre 2001 y 2007 la participación china en el mercado norteamericano subió de 9 a 16%, mientras que nosotros bajamos de 11.5 al 10.8%.
¿Habrá terminado tan súbitamente la inferioridad competitiva en que hasta ahora nos han visto?
La cuestión es de la máxima trascendencia. Conforme a esta nueva visión económica México podría situarse entre los primeros países industriales del mundo y mirarse al tú por tú con los países más adelantados de la OCDE.
La recesión mundial no tiene que ver con el asunto. El eje está en que China está subiendo, como se comenta cada vez más frecuentemente, en sus estándares de vida y su fuerza de trabajo de más de 600 millones de está exigiendo y obteniendo mayores remuneraciones. Mientras tanto los salarios de mexicanos no han variado mayormente en este mismo lapso de diez años, es más, su poder adquisitivo ha disminuido.
Hay otras elementos que nos hacen más competitivos es el geográfico. México es el país geoeconómicamente mejor situado de la Tierra. Con un mercado para todos efectos prácticos inagotable al norte, mercados europeos de alto nivel al oriente, al sur los de Centro y Sud América. Estamos además en la cuenca del Pacífico con los mercados más populosos y con imponderables perspectivas de crecimiento, no tenemos porqué preocuparnos de a dónde vender. El problema es el de siempre: qué productos nuestros tenemos para vender.
Desde aquellos primeros intentos de promoción comercial internacional de los años ochenta cuando se creó el valiente batallón de consejeros comerciales que se adscribieron a una selección de embajadas los esfuerzos por ofrecer más y más variado al mundo nos han dejado con déficit consistentemente negativos. Los acuerdos regionales como ALALC de 1960 con nuestros hermanos latinoamericanos, y los muchos más que suscribimos con países europeos, caribeños, hasta africanos y muy particularmente el TLCAN de 1994 no nos propusimos a emplearlos para producir una poderosa oferta exportable que reflejase nuestro gran potencial. Por el contrario, adoptamos el camino fácil, el de facilitar la importación de lo que debimos producir.
La paradójica ironía de nuestro comercio exterior está en que las estadísticas reportan aumentos en las exportaciones de manufacturas terminadas mientras que aumentan las compras de insumos y componentes del exterior que necesitamos para hacerlas. La baja integración de insumos y partes nacionales en nuestras exportaciones reduce el grado de valor agregado que lo que frustra la capacidad creadora de empleo de nuestro comercio exterior, parte vital como parte de nuestro desarrollo. Así se explica la lentitud con que vamos venciendo el fuerte desempleo que nos aqueja.
Voz de cautela. La competitividad no está sólo en el cálculo de salarios comparados o paridades monetarias. Está más esencialmente en la estructura productora del país.
Años de laissez faire dejó a la industria, como también a la agricultura mexicanas, en un limbo, sin los apoyos que les dieron todos los países que desarrollaron esas actividades. El creer que los empresarios tomarían las decisiones más acertadas y mejor orientadas respecto del aprovechamiento del potencial nacional los autorizó a dirigir sus decisiones hacia las vías más fáciles. La creciente fuerza laboral no fue dirigida hacia la producción sino hacia la maquila.
Es tiempo de dar un viraje decidido y en serio hacia la integración de las cadenas de producción que eslabonen las producciones primeras, las agropecuarias, mineras, forestales y pesquera con la industria de los productos manufacturados terminados.
Esto requiere un viraje decidido en la política de liberación de importaciones que se exageró en los últimos años con drásticas desgravaciones arancelarias que dejaron a prácticamente todos los productores sin defensas contra importaciones baratas.
Según los propios industriales de la maquila, sólo el 2/3% de lo que sale de sus fábricas es ingrediente mexicano. La gente que está empleada en las armadoras ensamblando componentes que les llega del exterior debiera estar produciendo esos mismos artículos, pero en plantas mexicanas. En lugar de tener una persona armando, tendríamos quizá diez produciendo muchos artículos con materias primas mexicanas dando empleo a un creciente círculo de trabajadores.
Si no damos el salto seguiremos comprando artículos chinos, pero más caros porque nos estarán cobrando precios más altos para producirlos.
juliofelipefaesler@yahoo.com