'El hombre presenta a cada paso tan extraña mezcla de nobleza y degradación, de grandor y pequeñez, de bien y de mal, que no es fácil concebir cómo un ser de tal naturaleza
Haya sido obra de Dios."
Fragmento de "El criterio" de Jaime Balmes
En días pasados y envuelto en un clima de regalos, festejos, armonía, buenos deseos, recalentados y demás, me detuve a reflexionar la frase anterior y decidí empezar mi columna con ella y aunque el inicio de año nos plantea el clásico "año nuevo vida nueva", el empezar a cumplir los propósitos que nunca o muy pocas veces se cumplen (como las promesas de campaña), el empezar una dieta, el quitarnos un vicio, el hacer ejercicio, el cambiar de hábitos, el buscar trabajo, simplemente al pasar el tiempo prácticamente se van por la coladera de la inconstancia y el desgano, o peor aún se quedan en la pereza de un fallido intento. Como hombres nos aterra o nos detiene el miedo al cambio, nos paraliza, nos aterra la idea de dejar atrás el viejo yo, el yo de fallas, el yo de vicios, el yo de dudas, sí, aquel viejo yo que es incapaz de forjar un nuevo y esperanzador futuro cuando menos para sí mismo.
Hace días mientras leía el periódico me encontré con la noticia "México, uno de los más corruptos del mundo" entre otras cosas la noticia mencionaba que ocupamos el lugar 105 de los 174 países evaluados en el índice de la percepción de la corrupción 2012 por Transparencia, lugar nada honroso para un país que se jacta de decir que se encuentra en aras de crecimiento, ¿crecimiento?, pero ¿en qué sentido?, ¿para bien o para mal? Basta con mirar a nuestro alrededor, ¿cuánto hemos contribuido cada uno de nosotros para ocupar el lugar que tenemos en cuanto a corrupción? Pues la corrupción no sólo se limita literalmente a su definición, que es: "la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores". Sino a la distorsión de la verdad a hacer lo prohibido, a alardear lo indebido, ¿cuánto nos cuesta la corrupción?, ¿quiénes son los que más sufren por ella?, ¿hasta dónde vamos a llegar para tocar fondo?, como muestra pondré varios ejemplos; a quién de nosotros no se le ha vuelto una costumbre "el dar una mordida" a cualquier autoridad con tal de pasar por alto nuestros atropellos, el pasarme en rojo el semáforo, el dar vuelta donde no se debe, el no darle su lugar a una persona mayor, el invadir los espacios para un discapacitado, el estacionarme donde está prohibido, el evadir los impuestos que sabemos es nuestra obligación pagar, el vivir de la transa, el vivir del abuso. Todo lo anterior habla en lo individual, pero al gobierno bien podríamos recriminar los abusos en el poder, los excesivos impuestos, la poca sensibilidad que se tiene ante los problemas y sufrimiento de la gente, sí, aquella gente que día con día cumple sus caprichos y llena sus arcas de riqueza, aquella gente que sí lucha para ganar lo que posee, aquella gente que pasivamente ha soportado todo y no ha recibido nada bueno a cambio. Tal vez nuestro mayor pecado ha sido la pasividad, esperemos que para bien todo cambie pues el tiempo apremia y nuestras oportunidades se agotan.
Todos y cada uno de estos aspectos por pequeños que parezcan han convertido lo insignificante en perjudicial, aquello, que nos ha tocado a todos directa o indirectamente nos ha convertido en lo que somos, nos ha transformado a tal grado, que vemos normal lo indecible, que nos ha hecho presa de nuestros propios errores, que convivimos con lo anormal, que ya no nos asombra nada, que respiramos y transpiramos el miedo, que sobrevivimos en lugar de vivir, y no es un lugar ante la opinión publica lo que está en juego, sino nuestro futuro como nación, nuestro futuro como individuos.
Para cerrar, mi mejor deseo es el siguiente: citando palabras más, palabras menos, de quien fuese hace muchos años presidente de los Estados Unidos (que para señalarle al mundo sus errores están más que puestos y de los suyos ni qué hablar) William Henry Harrison decía en alusión a nuestro escudo patrio en su lema de campaña, ojalá que "El águila de la libertad termine aplastando a la serpiente de la corrupción", ojalá. ¡Hasta la próxima!