Se habla, y los afectos a las teorías de la conspiración son muy dados a replicar dicha idea, de una especie de ley mordaza por parte del Gobierno de la República hacia los medios de comunicación, para no hablar de la violencia que azota al país. Desconozco qué ocurra en otros sitios, pero por lo menos en las empresas -televisión y prensa escrita- donde colaboro, ello no sucede. A diario hemos dado cuenta de tales hechos con entera libertad y sin presiones, hasta ahorita, no sé lo que vendrá. De otra suerte, ya lo habríamos mencionado… son otros los tiempos.
Lo que me cuentan de Michoacán no tiene paralelo, parece sacado de un libro, se asemeja a los pasajes de la Divina Comedia donde Dante explica qué es el infierno. ¿Pero quién necesita de Dante Alighieri si al infierno se asiste en los periódicos que hablan de ello y de tantos otros sitios?
Michoacán vive una guerra en varios frentes, publican los rotativos nacionales y extranjeros a ocho columnas, tras la espiral de sangre y terror ocurrida esta semana en la región de Tierra Caliente. Inclusive el PRI, ajeno al triunfalismo que lo caracteriza, se ha pronunciado al respecto en voz de Emilio Gamboa Patrón, Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, quien afirma que lo ocurrido en Michoacán es trágico y delicado.
La joya de la corona del sexenio anterior, el orgullo y tierra natal de Felipe Calderón Hinojosa lugar donde habría de declararle la guerra a los cárteles del hampa hace seis años, terminó siendo su talón de Aquiles y en opinión de muchos, también será la prueba de fuego para Enrique Peña Nieto y su gobierno. De perder Michoacán, ahí el Waterloo del Presidente, afirman.
Por que hoy no sólo son los cárteles, sino la formación de policías comunitarias, fenómeno que se replica en muchas otras partes del país, lo que a todos nos preocupa. Por tercer día consecutivo, el estado vive una situación de violencia insostenible -más de una treintena de muertos al momento de escribir estas líneas-, al tiempo que los tres órdenes de gobierno se miran incapaces para imponer la ley, garantizar la seguridad de los ciudadanos, y restablecer el estado de derecho, pese a que desde el inicio de la actual administración, un número importante de elementos del Ejército y la Policía Federal han sido enviados a Michoacán, considerado el estado más peligroso del país, para atenuar los embates del crimen organizado.
"Hace unos días mi mamá, quien vive en Uruapan, festejó su cumpleaños. Al estar lleno de trabajo y no poder acudir a la celebración, pretendí enviarle un ramo de flores de las que le gustan. Fue imposible, ninguna florería quiso entregarlas hasta allá", me contó un amigo.
Y es que para nuestro infortunio y por crudo que suene, en Michoacán parece no haber gobierno ni ley, ni nada que se le parezca. Aunque en el universo paralelo donde habita y juega entre hadas y odaliscas Jesús Reyna, el débil e inexperto bateador emergente colocado por Fausto Vallejo, todo esté medianamente bien y no existan motivos para aludir a una situación de ingobernabilidad en el estado, los hechos son insoslayables y hablan por sí solos. Michoacán hoy es tierra de nadie.
Por todo lo anterior, tuve el atrevimiento de lanzar una pregunta incómoda a través de Twitter a quienes ahí me siguen. Me planteo el peor de los escenarios: la más cruenta de las realidades y así lancé la pregunta, sin matices de ninguna especie y sin saber qué esperar. Finalmente, ya estamos grandecitos para rodeos. ¿Se debe declarar, en ciertas partes de Michoacán por lo menos, el estado de sitio?, cuestioné. Para mi sorpresa, casi todos respondieron afirmativamente.
A eso hemos llegado.
