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MINUTO ROTARIO

Dr. Ignacio Méndez Lastra

VIAJANDO POR UN DURO CAMINO CON LA POLIO

Durante la epidemia de polio de 1940, contraje la polio y me convertí en un enclaustrado durante 19 meses en una "casa de la reconstrucción", lejos de mi familia. Yo sólo tenía 4 años de edad, y como todos los otros niños eran de por lo menos el doble de mi edad, me pusieron inicialmente en una habitación para mí en lugar de uno de los dormitorios.

En medio de una dura soledad, tratamientos dolorosos y sesiones de rehabilitación largas y frustrantes, aprendí a superar mis miedos y a prevalecer sicológica y emocionalmente a través de mis interacciones con un colorido reparto de personal del hospital. Allí estaba un organizado y amable gigante, Johnny Cant y la alegre enfermera Kelly. A ellos se unían la insensible fisioterapeuta Ma Gillick, un instructor evangélico de natación, el señor Cooney y el imponente y aterrador Dr. Strasburg y su auxiliar principal, la enfermera McCormick.

Sin embargo, tal vez lo más importante para mi "reconstrucción", fue la llegada de una compañera de habitación, Joey. Una aventura amorosa mantuvo a esta joven en cama con espina bífida por casi tres años, Joey me enseñó las alegrías y las tonterías de la adolescencia y me inspiró con su fortaleza física y mental. Habían, aunque poco frecuentes -pero significativas- visitas de mi madre, que estaba segura que la Santísima Virgen me curaría y de mi padre, quienes temían en su corazón que tendrían un lisiado por hijo.

Mi camino áspero terminó el día que me fui de la casa, hace más de 70 años. Llegué a casa en la ciudad de Nueva York con una fuerte pierna derecha, pero una pierna izquierda atrofiada. Piense en un bate de beisbol con un nudo como un bulbo, la rodilla y un pequeño pie como un disco pegado al final. A pesar de ello, he tenido una vida plena. Yo competí en gimnasia, ganando el campeonato de los Big Ten de la Universidad de Illinois, donde asistí con una beca deportiva. Obtuve una licenciatura y una maestría en Illinois y luego un doctorado en Minnesota, fui entrenador de gimnasia en ambas escuelas. Me casé, tuve tres hijos y ahora soy un Decano emérito jubilado de la Facultad de Salud y Rendimiento Humano de la Universidad de Florida.

Es triste pensar que tantos niños en recónditos lugares de todo el mundo están siendo paralizados por esta enfermedad prevenible. Gracias a los esfuerzos increíblemente exitosos de Rotary y sus asociados, podremos y lo lograremos, poner pronto, fin a esta terrible enfermedad.

Patrick J. Bird. Un sobreviviente de la poliomielitis.

"VIVE ROTARY, CAMBIA VIDAS".

Joseignaciom47@gmail.com

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