¡Qué gran prodigio! Nunca me canso de admirar tal maravilla. Todos los días la confirmo, boquiabierto.
He aquí que no hay una mujer que lleve el mismo vestido que otra. Inútilmente busco a dos que vayan vestidas igual, y no las hallo. En el aeropuerto, mientras espero, busco. En la calle atestada busco; en el centro comercial; en la fiesta de bodas; en un espectáculo; entre el público que llena el cine o el teatro... No he registrado aún el caso de dos mujeres que vistan ropa igual.
¡Qué variedad de telas, cortes, añadidos, combinaciones, dibujos, texturas y estampados! Mientras los hombres vestimos eternamente de negro, gris, café o azul marino, ellas se envuelven en todos los colores del arco iris, y en otros que no se inventan aún.
A los mil milagros de que mi vida está hecha añado ese otro: el hermoso milagro de la diferencia femenina.
¡Hasta mañana!...