LLEGÓ SIN AVISAR Y ME DIJO:
-Soy febrero.
A pesar de su cortedad se veía bastante desenvuelto. Lo saludé y le pregunté al segundo:
-¿En qué puedo servirlo?
-La gente dice cosas de mí -respondió él-. "Febrero loco", por ejemplo. Y créame que no estoy loco. Soy tan cuerdo como los otros meses. Lo que sucede es que a mí me echan la culpa de las locuras del viento, de las extravagancias del clima... ¿Acaso puedo ser culpado de que el aire sople más que en otros meses, o de que cambie la temperatura?
-¿Por qué -le sugerí- no presenta usted una queja ante la Real Academia de la Lengua, para que no ponga ya en su diccionario expresiones tales como "febrerillo el loco"?
Me respondió febrero:
-No estoy loco.
¡Hasta mañana!...