Mi tío Refugio, don J. Refugio García, era católico devoto.
Cuando hablaba del Papa decía siempre: "El Santo Padre".
En aquellos tiempos -hace 50 años- la Iglesia era una roca. No la sacudían los escándalos de sexo y de dinero que la agitan ahora. Estoy seguro, sin embargo, de que si aún viviera mi tío Refugio seguiría diciendo: "El Santo Padre".
Lo digo yo también, pues sé que en esa institución humana, la Iglesia, por uno que falla hay cien o mil que cumplen su palabra. Que cumplen la Palabra.
En estos tiempos hablar de santidad es cosa absurda, anacronismo que da risa. Y sin embargo la santidad no es otra cosa que el bien con sentido de trascendencia. La nave de San Pedro tiene nuevo timonel con bello y significativo nombre: Francisco. Seguirá navegando esa barca -es milenaria-, y prevalecerá contra todos los tiempos y todas las tempestades.
Evoco la fe sencilla, pero honda, de mi Tío Refugio, y digo con su voz. "Bienvenido, Santo Padre".
¡Hasta mañana!...