El desierto es desierto sólo para aquellos que no ven. O que no saben ver, lo cual es lo mismo que no ver.
Estuve hace unos días en el norte de Coahuila, en las vastas planicies que dicen del desierto, y lo vi pródigo, prodigioso.
Me llené los ojos con el verde ternísimo del mezquite de hojas nuevas; con el amarillo mostaza de los huizaches florecidos; con el rojo púrpura de la tuna, el gualda de los girasoles, el ocre, grana, guinda, fiucha, turquesa, amaranto, corinto, magenta, solferino; los mil y mil colores sin nombre de mil y mil flores diversas.
Desierto... El que mira bien lo ve lleno de vida, de colores, de inacabables bellezas. Cuando mi propia vida me parezca un desierto me veré bien a mí mismo y encontraré lo que mi Padre y mis hermanos han puesto en ella. Y mi vida ya no me parecerá un desierto.
¡Hasta mañana!...