Terminó de unir los dos maderos, el largo con el corto, de modo que formaran una cruz. Luego puso las herramientas en su sitio, barrió las virutas caídas en el suelo, cerró el taller y se marchó a su casa.
Cuando llegó le preguntó su esposa:
-¿Qué hiciste hoy?
Respondió el carpintero:
-Nada.
Salimos llevando a cuestas nuestra carga de mezquindad y desamor. Cerramos los ojos a todo lo que no sea nuestro interés. Indiferentes al sufrimiento de los demás, a las carencias de los otros, regateamos todo lo nuestro: lo que somos, lo que sabemos y lo que tenemos.
Regresamos a nuestra casa por la tarde. Nos preguntan:
-¿Qué hiciste hoy?
Y respondemos:
-Nada.
¡Hasta mañana!...