"Emberiza hortulana''. Así llamó Linneo a un pajarillo que los españoles dicen "hortelano'' y los franceses "ortolan''.
Del hortelano escribió Séneca en una rara página epicúrea. Al hortelano se refirió Brillat-Savarin en un extraño texto estoico. Se atribuyen a esa avecilla eminentes virtudes afrodisíacas, ya que es el hortelano gran amante que más de 80 veces cubre a sus hembras en un día. A su lado queda en asceta el gallo.
Gustar en Aquitania un plato de hortelanos es liturgia más imponente que misa oficiada por tres Papas. El rito tiene al mismo tiempo belleza y crueldad. Los hortelanos son muertos por inmersión en armagnac. Se asan a fuego lento en leña de sarmientos, y se sirven directamente al plato. El inmortal mortal que los disfruta toma uno por el pico, se lo lleva a la boca y muerde para cortarle la cabeza. Luego bebe un gran trago de vino de Burdeos, y goza con lentitud aquella inefable fruición. Se añade un refinamiento casi pecaminoso: reclina el huésped la cabeza hacia atrás. y el anfitrión le cubre el rostro con un lienzo, a fin de que nada lo distraiga de la degustación.
Luego vienen los gratísimos efectos... Pero el viajero vacila para en decidir qué fue mejor: el afrodisíaco o Afrodita.
¡Hasta mañana!...