El cero sufría mucho, pues los demás números le decían que era nada. Así, un buen día desapareció.
Sucedió entonces que el 10 también desapareció.
Igualmente desapareció el 100.
Y el 1,000.
Y el 10,000.
Y el 100,000.
Y el 1.000.000.
Y el 10.000.000.
Y el 100.000.000.
Y así sucesivamente.
Todos los números (sobre todo el uno, que se consideraba el número uno) se pusieron a buscar afanosamente al cero. Cuando por fin lo hallaron le pidieron encarecidamente que regresara, pues sin él todos eran nada, sobre todo el uno. El cero, humilde y generoso, accedió a regresar. No lo olvidemos: sin el cero todos los números son cero.
¡Hasta mañana!...