San Virila era el encargado de sacar el agua de la noria en su convento.
Continua y fatigosa era la tarea. Hora tras hora estaba el frailecito sacando cubo tras cubo con la cuerda.
Cierto día le preguntó uno de los frailes:
-Hermanito: ¿por qué no hace usted uno de sus milagros, para que el cubo saque solo el agua de la cuerda, sin necesidad de que usted tire de él?
Sonrió San Virila y respondió:
-Padre mío: los milagros que uno hace en su propio beneficio no son milagros. El bien sólo es verdadero bien cuando se hace a los demás.
Así dijo San Virila, y el ruido que hacía el cubo al bajar a la noria pareció música que acompañaba sus palabras.
¡Hasta mañana!.