-¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!
Así gritaba el pastor. Y los demás corrían a proteger sus rebaños. Pero el pastor era mentiroso: no era cierto que venía el lobo. Reía entonces el tramposo por el engaño de que había hecho víctimas a sus compañeros. Éstos, cansados de la burla, decidieron ya nunca hacerle caso.
Mas sucedió que un día el lobo en verdad vino. El pastor volvió a gritar: "¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!". Nadie atendió la advertencia, y el lobo devoró rebaños y pastores, incluido entre ellos el mentiroso.
De este relato yo saco una enseñanza: debemos oír lo mismo al que dice mentiras que al que dice verdades. En primer lugar nada se pierde con oír. Y es bueno estar preparado lo mismo para la mentira que para la verdad.
¡Hasta mañana!...