En el principio no había estrellas en el cielo. El cielo era una comba negra sin esplendor de luces; solo una sombra que cubría con su tiniebla la redondez del mundo. Un día Adán dijo al Señor:
-Señor, esto se ve muy triste. ¿Por qué no haces las estrellas?
Y Dios vio que era bueno lo que Adán le decía, e hizo las estrellas: hizo a Sirio, que brillaba como un rubí de sangre niña; hizo aMizar, eje del Carro; hizo a Algol, que tiene tres estrellas; hizo a Altair, la del hermoso nombre. Y luego hizo a las demás estrellas, incontables. Pero Adán seguía insatisfecho.
-¿Qué sucede? -le preguntó el Señor-. Me pediste que hiciera las estrellas, y las hice. Hice a Mizar e hice Algol; hice a Sirio y Altair.
-Sí, -le respondió mohíno Adán-. Pero yo creí que ibas a hacer a Marilyn Monroe, a Sofía Loren, a Elizabeth Taylor...
Hasta mañana...