Algo se lleva de nosotros el amigo que se va.
Su pérdida hace que nos perdamos un poco. Con su desaparición una parte de nuestra vida desaparece también.
Murió Rafael Domínguez García. Fue mi amigo desde los tiempos en que él ya era él y yo empezaba apenas a ser yo. Por Rafa aprendí cosas del buen vino y la cerveza buena; de la sabrosa mesa y la sabrosa charla; de la canción cantada con hondura y del cuento contado con ingenio y galanura. Buen caballero fue, muy generoso. Su risa y su palabra eran cordiales; quiero decir que le salían del corazón.
¡Cuántos amigos hay que nos esperan! Su voz la escucho cada vez más cerca. Por eso no le digo adiós a Rafael. No hay adiós cuando se sabe que habrá reencuentro.
¡Hasta mañana!...