El Señor llenó el cielo de estrellas.
Puso en la bóveda celeste a Cih, la de azulado brillo; a la trémula Shara; a Mira, que da una luz tan clara como los ojos de la mujer amada; a Altair, la de hermoso nombre; a Rigel, la novia de Orión, a la orgullosa Betelgeuse.
Se deleitaba Dios en la contemplación de aquellas rutilantes maravillas salidas de sus manos. Le preguntó a Adán:
-¿Cuál estrella te gusta más?
Sin vacilar respondió el hombre:
-Sofía Loren.
Y dijo el Señor para sí:
-Ya empezó.
¡Hasta mañana!...