A la salida de la escuela los niños de Arteaga se pusieron a volar cometas. "Papalotes'' los llaman ellos, no cometas. Don Francisco Santamaría, don Marcos Becerra y el señor Robelo se pondrían felices: "papalotl'' en náhuatl quiere decir "mariposa''.
Allá van por el aire los airosos cometas, hechos de carrizo y de papel de china, como yo los hacía antes de comprarlos de plástico en el Kress. Yo me detengo a verlos y me parece que los cometas, fijos en el cielo, tienen cada uno sujeto por un hilo a un niño al que hacen ir y venir corriendo por la tierra.
Siento envidia. Quisiera estar con ellos, volando yo también mi papalote. Yo, que ya no soy capaz de hacer que vuele casi nada, ni mi imaginación, que es lo que antes sabía hacer volar mejor. Si no fuera tan adulto, y por tanto tan necio, me bajaría del coche y prendería ésa mi necedad de adulto del hilo de un cometa, a fin de que subiera a lo más alto -como los papelitos que hacíamos subir hasta allá arriba- y se embriagara de niñez con el azul del cielo y el frescor del aire.
¡Hasta mañana!...
