Adán y Eva fueron a ver el rosal, que tenía aromadas rosas.
Fueron a ver el peral, que tenía verde follaje y lindas peras.
Y fueron a ver el panal, que tenía dulcísima miel.
Pero no fueron a ver el nopal, pues tenía sólo ásperas pencas
y espinas aguzadas.
-Señor -dijo el nopal muy triste a Dios-. El hombre y la mujer
van a ver a todas las criaturas, menos a mí. Dame algo que
los haga venir también conmigo.
El Señor no resiste casi nunca los ruegos de sus criaturas,
aunque sabe que muchas veces les hace más mal que bien lograr
lo que desean. Así, dio al nopal tunas sabrosas. Y en efecto,
Adán y Eva fueron a verlo, y comieron del rico fruto que
ahora daba. Mas luego se alejaron y no volvieron ya.
-¿Por qué, Señor? -preguntaba el nopal lleno de aflicción.
Fue entonces cuando el Augusto pronunció la famosa frase
que inexplicablemente no recogió el Génesis, pero que es una
verdad como la Biblia:
-”Al nopal lo van a ver...”. Y lo demás.
¡Hasta mañana!...