El Señor quiso darle algo muy bueno al hombre.
Y quiso darle también algo muy bueno al pez.
Hizo entonces a la sirena.
Pero sucedió que el hombre no quedó contento.
Y nada contento quedó tampoco el pez.
El Señor, mohíno, dio marcha atrás a lo que había hecho.
En seguida al hombre le hizo una mujer.
Y al pez le hizo una pececita.
Con eso el pez y el hombre quedaron complacidos.
Pensativo se dijo el buen Señor:
-He aprendido una lección. No se debe tratar de quedar bien con todos a la vez. Lo que se debe hacer es darle a cada quien lo que le corresponde.
Hasta mañana!...