Llega el viajero a Pontevedra, en Galicia de España, y se topa en la antigua calle del Comercio con el gentil fantasma de Manuel Quiroga.
Fue un violinista extraordinario, de los mejores del mundo en las primeras décadas del pasado siglo. Un absurdo accidente lo retiró de la música: Al salir de un concierto en Nueva York fue atropellado por un vehículo. Pero el recuerdo de su arte ha perdurado, y las escasas grabaciones que hizo dan muestra de su genialidad.
Ahora la calle en que nació lleva su nombre, y hay una estatua suya en la ciudad. Ante ella el viajero piensa que las tragedias de la vida no traen muerte a aquel que la vivió con plenitud. El viajero escucha las notas de "Rondalla", una de las piezas que escribió Quiroga. En ellas vive el artista; en ellas vive para siempre su arte.
¡Hasta mañana!...