Adán se maravilló al ver la obra del Señor.
(Tengamos en cuenta que eran los primero años del mundo, y el hombre todavía era capaz de maravillarse de algo).
Le dijo a Dios:
-Tu poder es infinito, Padre. Aun la criatura más pequeña proclama tu grandeza. El hombre, con toda su inteligencia y su saber, no podrá hacer nunca ni siquiera el más insignificante de los gusanitos salidos de tus manos.
-Es cierto -replicó, triste, el Creador-. Los hombres no podrán hacer de la nada ni un gusano. Pero en cambio harán muchos dioses.
Adán no se explicó por qué, pero también se puso triste.
¡Hasta mañana!...