Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que escucha canto gregoriano, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-El mayor milagro que hay es uno que no sabemos apreciar, que ni siquiera advertimos: el milagro de haber nacido, de estar en este mundo y haberlo conocido. Sea cual fuere nuestra vida, sea cual fuere nuestra muerte, vivir ese milagro es un gran don que hemos de agradecer. Debemos apreciar la belleza de estar vivos, y vivir plenamente nuestra vida hasta el final, esté lejos o cerca ese final.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...