Me contaron la historia de aquel hombre que estaba pescando sin licencia en el río. Al ver que venía el guardia echó al agua su anzuelo, pero no alcanzó a ocultar el balde en que todavía se agitaban los peces que había pescado. Le preguntó el vigilante:
-¿Tiene usted licencia para pescar?
-No estoy pescando- respondió el sujeto.
-¿Y esos peces?- inquirió, severo, el hombre.
-Son mis mascotas- dijo el otro-. Los traigo a que naden un ratito, luego les silbo y regresan al balde.
-Me gustaría ver eso- lo retó el guardia.
-Lo va a ver- replicó el pescador. Y así diciendo echó al río los peces.
Pasaron unos minutos, y preguntó el guardián:
-¿A qué horas les va a silbar?
-¿A quiénes?- dijo el individuo.
-¡A los peces!- se impacientó el guardia.
Y preguntó el sujeto:
-¿Cuáles peces?
La moraleja de este cuento es... ¿Cuál moraleja?
¡Hasta mañana!