Cuando murió la hormiga Dios le dijo:
-Si quieres entrar en el Cielo deberás traerme una canción.
-¿Una canción? -se sorprendió la hormiga-. Señor, yo me pasé la vida trabajando. ¿Iba a tener tiempo de hacer una canción?
-Trabajar está bien -dijo el Señor-. Pero no sólo de pan vive la hormiga. Vuelve a la tierra y busca una canción.
Y le cerró la puerta en las antenas.
En la tierra la hormiga fue de cigarra en cigarra pidiendo por piedad una canción. Se la negaron todas, pues recordaban lo que en la fábula había hecho la hormiga: Negó su pan a la cigarra, y ésta murió de hambre.
Desesperada por no poder hallar una canción la hormiga se encerró en su hormiguero, pues el invierno se acercaba. Y sucedió que un día llamó a su puerta una cigarra que se moría de hambre. La hormiga, que ahora ya sabía lo que es pedir en la necesidad, recibió a la cigarra; le dio pan y calor, y la protegió hasta que el invierno hubo pasado.
Después murió la hormiga. Frente a la puerta del Cielo no se atrevía a llamar, pues tampoco ahora llevaba una canción. Pero el Señor le abrió la puerta del Paraíso y le dijo:
-Entra. La mejor canción es compartir lo que eres y lo que tienes con tu prójimo.
Mientras, feliz, la hormiga entraba en el Cielo iba diciendo para sí:
-¡Ay de aquél que al llegar a la presencia de Dios no lleve una canción!
¡Hasta mañana!...
