Irritado estaba el Señor. Y estaba triste.
Desde lo alto observaba a los hombres en la tierra. Veía sus malas acciones, sus crímenes, sus guerras. Contemplaba sus mezquindades, su rencor, su crueldad.
Todo eso miraba el Creador. Y estaba triste.
Mas sucedió que un día nació Mozart.
Entonces allá en lo alto el Señor sonrió con una sonrisa que iluminó el Universo. Exclamó lleno de júbilo:
-¡Vaya! ¡Y yo que pensé que me había equivocado al crear al hombre!
¡Hasta mañana!...