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MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Vivió en Saltillo, mi ciudad, un médico a quien la gente llamaba El Istafiate, pues para todas las enfermedades y dolencias recetaba una tisana de esa planta, a la que atribuía virtud de panacea.

Alto y sonoro nombre tiene el istafiate, o estafiate: Artemisia filifolia. Sólo eso bastaría para salvarla de la plebeyez. Pero además la Academia lo compara con el ajenjo, misteriosa hierba de la cual sale el licor que volvía locos a los poetas malditos y a los pintores marginados.

Mucha distancia hay de ajenjo a istafiate. Decir: "Beberé una copa de ajenjo" tiene clase, en tanto que "Tómate una taza de istafiate" suena a vulgaridad. Y, sin embargo, el ajenjo era amenaza de muerte, en tanto que la humilde hierba contiene una esperanza de salud.

Aquí se ve que las palabras son lo de menos, y las realidades lo de más.

¡Hasta mañana!...

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