Iba la lechera con su cántaro.
En el camino al mercado pensaba llena de ilusión que con el dinero que obtendría por la venta de la leche compraría huevos que le darían pollos que vendería luego para comprarse una vaca que le daría terneras con cuya venta se compraría una casa con la cual no le sería difícil encontrar marido.
Todo eso iba pensando cuando tropezó, y el cántaro vino al suelo. No se quebró el cántaro, porque estaba hecho de un nuevo material muy resistente.
-¡Caramba! -exclamó consternado el moralista-. Para hacer una fábula moral es necesario que el cántaro se rompa. Pero ya no hacen los cántaros como los hacían antes.
¡Hasta mañana!...