El gran cohete surcó los espacios siderales y de él se desprendió la nave espacial donde iban los modernos astronautas.
Millones de millas viajó la cápsula por la infinita vastedad del Universo. Finalmente los audaces exploradores del cosmos tuvieron a la vista el astro misterioso que buscaban
Merced a los controles de la nave pudieron acercarse lentamente. Se colocaron lo más cerca posible de su superficie y comenzaron a girar en una órbita que cada vez los aproximaba más a aquel cuerpo celeste que desconocían.
Después de mirar atentamente uno de los astronautas les dijo a sus compañeros con tono de absoluta certidumbre:
-No hay vida aquí semejante a la que hay en la Tierra.
-¿Cómo lo sabes? -preguntaron los otros.
Respondió el astronauta:
-No hay basura.
¡Hasta mañana!...