Don Abundio dice a veces mentiras extremadas en la cocina del Potrero de Ábrego.
La otra noche contó que en las montañas de su niñez había un eco tan lejano que tardaba horas en repetir lo que se le decía. Calculó el tiempo que el eco tomaba en hacerse oír, y por la noche gritaba frente a él:
-¡Levántate, Abundio! ¡Es hora ya de ir a la escuela!
A las 7 de la mañana en punto se escuchaba el eco, y eso le servía de despertador.
Doña Rosa oye los cuentos de su marido y menea la cabeza sin quitar la vista del guiso que está haciendo en el fogón de leña.
-No seas incrédula, mujer -la amonesta el viejo, socarrón-. El que no cree es como el que no ve.
Yo pienso que quizá las historias de don Abundio no son ciertas, pero sus filosofías sí.
¡Hasta mañana!...