Por la Navidad podemos preguntarle a la muerte, cara a cara, dónde está su victoria y dónde su aguijón.
Desde el prodigio de Belén ya no hay soledad para los hombres. El misterio de Dios se hizo certidumbre humana. He ahí la maravilla de la Encarnación: en el principio era el Verbo, y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Habitemos también nosotros en Él. Que el Amor sea nuestra casa, y que viva también entre nosotros convertido en dones de bondad, de paz y de perdón.
Navidad es nacimiento. No habrá nunca para nosotros muerte si en Navidad nacemos a la fe, a la esperanza y al amor.
¡Hasta mañana!...