Recientemente grupos de ciclistas se han puesto de acuerdo para circular por las vías urbanas de Torreón y Gómez Palacio, ciudades a las que sumadas Lerdo y Matamoros conforman la llamada zona metropolitana de la Comarca Lagunera. Este ejercicio colectivo ha sido visto como un medio para llamar la atención, tanto de los gobernantes como de los ciudadanos, criticado por algunos y apoyado por otros.
Si bien circular en bicicleta en las calles de estas ciudades no es propiamente una novedad en la medida que un segmento importante de la población urbana lo hace, diríamos, desde siempre, porque la utiliza la mayor de las veces para transportarse diariamente a su trabajo o para otros usos, quizá porque sus ingresos no alcancen para adquirir un automóvil o para cubrir el gasto de combustible cuando lo poseen, o porque de plano tenemos que reconocer que el transporte público, que en sí es privado porque está concesionado y sirve a los intereses de particulares y no de los ciudadanos, es malo y caro.
Sin embargo, dicho segmento de la población conformado principalmente por obreros y empleados que laboran en empresas y negocios ubicados en dichas ciudades, no ha tenido buena suerte en ese trajín diario que constituye una verdadera proeza lidiar con el automovilista estresado por los tiempos y distancias en sus desplazamientos que lo convierten en el dueño irresponsable de las vías urbanas. Un breve vistazo a los medios que informan nos darán cuenta de las desgracias, también cotidianas, que ocurren donde ya resulta común leer u observar sobre los accidentes que sufren los ciclistas.
Lo anterior nos indica, por un lado, la ausencia de vías, sendas o rutas adecuadas para el transporte en bicicleta en estas ciudades e insuficientes también para el peatón, y por el otro, el concepto que tenemos sobre el desarrollo urbano, tanto los gobernantes que aplican los recursos públicos para facilitar la movilidad en las ciudades y de los mismos ciudadanos que utilizamos el automóvil, quizá muy alejado de una visión sustentable, no sólo del desarrollo urbano sino del desarrollo regional.
Esto no indica que todos los ciudadanos debamos utilizar la bicicleta como medio de transporte, para algunos, como es mi caso, resulta sumo difícil porque diariamente requerimos trasladarnos largas distancias para llegar a nuestros centros de trabajo, pero sí requiere modificarse ese concepto de movilidad urbana sin el cual difícilmente se contemplará como una prioridad en la planeación del desarrollo, en este caso, metropolitano, y como consecuencia en la asignación y aplicación de los recursos públicos que lo propicien.
Por ello, es meritorio y debe reconocerse, más que cuestionarse, el ejercicio colectivo que desarrollan dichos grupos de ciclistas, puesto que están expresándose por los demás ciudadanos para quienes la movilidad urbana representa una problemática que sus gobernantes, gremios a los que pertenecen o empresas en las que laboran, no han puesto la debida atención.
También debe reconocerse la sensibilidad de aquellos gobernantes que hacen su propio esfuerzo por crear las primeras ciclovías o los espacios de esparcimiento que limiten el paso del automovilista, como el Paseo Colón en Torreón y el Bicla Tour en Gómez Palacio, puesto que son pequeños, pero importantes saltos hacia una movilidad urbana sustentable.
En ambos casos estos recorridos o espacios de esparcimiento colectivo, nos indican que debemos seguir avanzando en la resolución del problema de la movilidad urbana en una zona que tiene que planearse basándose en una visión que vaya más allá del interés particular o de la localidad, sino metropolitana, debido a que el flujo de personas tiene esa connotación. Por ello, la movilidad urbana debe verse como una parte de la agenda pendiente del desarrollo urbano metropolitano que los aspirantes a gobernantes locales que próximamente serán electos deben incluir en sus futuros programas de gobierno.
