El estrés y la depresión
La relación entre algunos trastornos psicológicos y el cáncer es un campo que ha sido poco explorado por los científicos. No obstante, existen algunos indicios de que esta relación podría ser más estrecha de lo que cualquier científico ortodoxo hubiera sospechado hace sólo unos cuantos años.
Tratar este tema es complicado y se debe hacer con mucha cautela. La evidencia científica que podría llegar a asociar el cáncer con el estrés, la depresión y la angustia no debe traducirse en un sentimiento de culpa para el paciente. Los mitos que rodean al cáncer (es común escuchar que el cáncer ataca a las personas que están predispuestas a ello, o que les da cáncer porque "se lo merecen") han llegado a "establecer" ciertas características de personalidad que corresponderían a las del enfermo prototipo. Se trataría de una persona frustrada, tímida, sumisa, que suele reprimir sus sentimientos y hablar poco. Ninguna de estas ideas se basa en argumentos sólidos ni saldría avante después de un análisis racional: evidentemente nadie quiere tener cáncer. Este surge por causas de muy variada índole, que nada tienen que ver con un deseo consciente o inconsciente de adquirirlo.
El estilo de vida moderno muchas veces implica vivir y soportar una gran carga de estrés y presión. El trabajo, los apuros económicos y la rapidez con que transcurre todo en nuestra sociedad provocan que la mayoría de las personas se vean forzadas a vivir con niveles de tensión altos. Además, la presión no es pasajera; en muchos casos es un estado de ánimo y una sensación que acompaña a las personas todo el tiempo, lo que puede provocar ciertas afecciones, por ejemplo, de tipo cardiovascular.
La depresión y la angustia también son trastornos emocionales que cada vez se extienden más. A causa de la desintegración de la familia y la individualización de la sociedad, hoy en día la gente está más expuesta a sentirse sola y desesperanzada; esto deriva en estados depresivos o de angustia profundos.
Al parecer, todos estos trastornos emocionales también pueden llegar a estimular el surgimiento de un tumor. Las causas de ello pueden ser diversas y no se han definido con precisión. Sin embargo, todo parece indicar que la tensión continua, la depresión y el estado de angustia o ansiedad conducen a la inmunodepresión, es decir, a una disminución de las defensas del organismo. En tales condiciones, el cuerpo se encontraría menos alerta, y el camino para que una célula cancerosa se asiente y prolifere sería mucho más sencillo. Otra posible causa de esta relación es que cuando los trastornos psicológicos son agudos provocan desequilibrios endocrinos y desestabilizan el equilibrio orgánico.
En un estudio oncológico se encontró que de cada diez mujeres que padecen cáncer de mama, ocho afirmaron haber pasado por largos periodos de tensión, angustia, depresión o ansiedad. A pesar de lo rotundo de la cifra, hay que tomarla con precaución. Es muy probable que la situación anímica de las mujeres encuestadas en el momento del estudio las haya llevado a exagerar sensaciones que en otro contexto habrían parecido normales.