Negar el ser sexual
No poder hablar de sexo ni siquiera con la propia pareja, alterarse cuando alguna escena erótica aparece en la pantalla del televisor o el cine, son apenas dos signos de negación del ser sexual. Algo que sin duda traerá repercusiones.
Todos los humanos desde el nacimiento vienen provistos de la disposición al apetito carnal. Sin embargo algunos consideran esta parte de su naturaleza como algo a evitar, negar o reprimir. Esa conducta repercutirá en la autoimagen sexual que cada uno desarrolle y en la vida de pareja que elija. Quien no sabe cómo manejar su ser erótico y lo evade, niega o reprime, vivirá experimentando la sensación de que no puede alcanzar la felicidad.
FIGURAS RESTRICTIVAS
La actitud de negar la expresión innata del deseo se construye a través de la interacción con las figuras de autoridad de la infancia: padres, hermanos, cuidadores, maestros, ministros religiosos y particularmente con los contemporáneos, es decir los otros niños y las enseñanzas mágicas que estos intercambian.
Muchos hogares son ‘asexuados’, es decir, nunca se habla del tema y si de casualidad alguno de sus miembros refiere algo, la colectividad de ese hogar le acalla o cambia de conversación. Por supuesto, la educación proporcionada por una familia restrictiva fomentará el miedo a hablar sobre sexo o a experimentar sensaciones eróticas.
Esta clase de restricción provoca vergüenza y culpa en el niño y se extiende hasta la etapa de enamoramiento a la cual llega apenado, inhibido, temeroso. Un ejemplo común de dicha limitación lo vemos en quienes impiden que el niño o joven vea escenas ya no sensuales sino amorosas, en la televisión. Otro caso común es si plantea una interrogante sobre cualquier cosa alusiva a lo coital: la reacción de los padres es desproporcionada a la pregunta y represiva al tópico, haciéndole sentir que el sexo es peligroso y/o inmoral.
LOS MÁS QUE TERRIBLES PREJUICIOS
Considerar la vida sexual como un simple medio de reproducción porque así lo dictan los canones religiosos o filosóficos es otra de las causas que orientan hacia la represión del ser sexual.
La amenaza constante de un embarazo socialmente reprobable o el contagio de una enfermedad venérea desalienta a los jóvenes a investigar seriamente sobre los aspectos inherentes a la convivencia de pareja.
Y es que la única manera que tienen algunos padres de familia de hablar con sus hijos sobre sexualidad es técnica y fría. La vida erótica entre los progenitores se insinúa de cierto modo como algo inexistente y se impide así la indagación sobre este tema.
En el mismo contexto la presión ejercida por los representantes religiosos y morales tensa la relación entre los padres e hijos orillándolos a no abordar ni mucho menos a ahondar en este asunto. El tabú del sexo es definitivo, está prohibido tocar el punto.
En cambio, otros progenitores sí consideran a la sexualidad como un apetito natural y lo incluyen en sus conversaciones. Ofrecen un clima de confianza y aceptación de las cuestiones carnales generando las condiciones de un erotismo satisfactorio consigo mismo y con la pareja, llegado el momento.
Ejemplo de ello es incluir alguna pregunta de carácter sexual a la hora de comer o en las reuniones familiares, sin aspavientos ni rechazo, tan sólo como algo que habrá de cultivarse y satisfacerse. Esta conducta paterna alienta en el hijo la confianza en sí mismo y la aceptación de la sexualidad. Si en el hogar se comparte respetuosa y amorosamente el tópico, se consigue con ello un desarrollo armónico en los descendientes.
VIDA LIMITADA
Observar al sexo como una cuestión vergonzosa obliga al individuo a cambiar sus deseos o pensamientos eróticos por ideas o conductas que considera aceptables por su medio familiar o social.
La fuerza del impulso físico es tan poderosa que cualquier candado mental que se coloque terminará derrotado por él, sólo que las consecuencias serán la culpa y el autorrechazo.
Quien vive en un continuo combate interno por refrenar su lado sexual se sentirá infeliz, triste, iracundo, respuestas predecibles ante la frustración. Y si mantiene esa postura ante la sexualidad puede incluso sufrir trastornos psicosomáticos como migraña, colitis y gastritis nerviosa, entre otros.
La resistencia al impulso sexual por considerarlo insano provoca un cansancio psíquico y finalmente un efecto pernicioso; pudiendo llegar a la autoagresión como una forma de desprecio a sí mismo o una agresión hacia el compañero como proyección su propio conflicto.
EFECTOS INDESEABLES
La naturaleza humana impulsa a la búsqueda de la felicidad. La vida erótica conjunta dos voluntades y cuando lo que uno quiere el otro lo desaira, surge el conflicto. Muchas parejas sienten que no comparten su manera de ver la intimidad, la frecuencia en el coito, las posiciones a practicar o lo que gusta o disgusta.
Aquel que ha vivido reprimiendo, evadiendo o negando su expresión genital se siente expuesto y presionado por su amante al exigirle una mayor entrega en la cama. La relación se hace tensa y la comunicación se interrumpe.
Quien convive con alguien restrictivo a su sexualidad advertirá la sensación de estar llevando siempre la iniciativa cuando espera la reacción complaciente de su ‘media naranja’. La frustración puede llevarlo a la separación.
APERTURA, LA SOLUCIÓN<7strong>
Los rasgos del carácter se originan desde la más temprana infancia y las vivencias los maduran. Aquellos que aspiran a cambiar algunos aspectos de su intimidad requieren de pedir ayuda profesional con un terapeuta de pareja o educador sexual.
La disposición a recibir orientación hará la diferencia. Si se percibe la frustración de estar estancado en una relación, tanto en lo físico como en la convivencia, en compartir un proyecto de vida, entonces es un buen momento para buscar apoyo.
Cuando una persona se abre a descubrir vivencias sin efectuar análisis innecesarios, entonces su ser sexual, limitado, predecible y restrictivo, cede lugar a la construcción de una experiencia de renovación constante.
Los viejos pensamientos, grabaciones de la infancia, hechos dolorosos o situaciones de crisis en pareja no serán olvidadas mas tampoco serán obstáculos sino parte de una riqueza interior, como su mayor tesoro particular, al cual podrá otorgársele un rol de nutrición, de crecimiento.
La autoimagen sexual de un sujeto sano se expresa en la aceptación de sí mismo incluyendo sus cualidades y defectos, sin victimizaciones ni autoagresiones. En el reconocimiento y la aceptación de cada hombre o mujer como alguien que permanece en un proceso de desarrollo continuo y que por lo tanto siempre es susceptible de mejorarse, incluyendo la percepción de la intimidad.
La persona que asume esta apertura a sensaciones distintas no se prejuzga ni descalifica. Acepte su ser sexual y el de su compañero, manifestando así la actitud de quien siempre espera lo mejor.
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