En su lucha desesperada por la supervivencia, mi amigo El Coricos fue a ofrecer en venta algo de su sangre, uno podrá pensar "¡ah caray, eso sí es grave!" y más si abundando en el caso de mi amigo El Coricos, se toma en cuenta que estamos hablando de un contador público; sin embargo, en el mundo desconocido para los que tienen billetes, lo que le ocurre a El Coricos es común y nada comparado con otro sector más necesitado. Mi amigo sostiene que cuando estás jodido hasta parece que tienes SIDA, nadie se te acerca.
El Coricos, sin dinero para pasar la semana, se dirigió a un banco de sangre. Se formó en la fila integrada por jóvenes en su mayoría. Mi amigo El Coricos está por cumplir los 50 años y, como muchos de nuestra generación, se encuentra secuestrado por su pasado. Algunos muchachos diaboliquillos de los que ahora abundan, sin consideraciones para alguien de mayor edad se le fue con todo y le empezó a proferir algunas frases rascando ya en el campo de la carrilla dura. "¡Viene a vender atole !", fue lo más ligero que le dijeron a mi compa, quien a los 25 años se hubiera dado el tiro, pero el tiempo ya es otro.
Esta avalancha de diretes no lo quebró y después de estar formado por más de media hora por fin llegó; sin embargo, cuando la enfermera lo vio, le dijo: "No podemos pagar nada por su sangre, después de los cuarenta años la persona ya no puede vender su sangre, hágame el favor de retirarse".
El Coricos se retiró desconsolado, sintiéndose humillado, avergonzado. Ese día se la pasó sin comer, fue y se echó en su cama.
Al día siguiente, antes de que le suspendieran el servicio telefónico, despertó y recibió la llamada. Le hablaron de Soriana Colón para que se presentara a ser entrevistado. "Según yo iba bien vestido", me dijo, "pero al llegar me apantallaron los jóvenes que estaban en la fila, 24-30 años el de más edad, todos con traje, corbata, bien peinados". La mayoría iba con su laptop o esos nuevos aparatos que para muchos que egresamos en los ochenta son desconocidos y difíciles de manejar. Nada de carrilla como en el banco de sangre, pero sí un vistazo a una realidad más dura. Cuando estos jóvenes empezaron a platicar y revelaron que recién habían egresado de la UANE, Ibero o Lasalle. Requerían un gestor fiscal, un supervisor de área, o bien un jefe de almacén.
"Cuando por fin me entrevistaron me vestí de humildad y les dije que yo reconocía que los jóvenes que estaban formados quizás tenían más conocimiento que yo, pero para el cargo que ofrecían yo era la persona más indicada por mis años de experiencia y don de mando que practiqué y exhibí en mi paso por los Oxxos, los J.V. y el minisuper El Aliancero, además de que la situación en la que me encontraba no me permitía distraerme en nada que perjudicara todavía más mi condición económica. Me dijeron que me hablarían pero no sé a dónde, pues lamentablemente ese día me suspendieron el servicio telefónico y no tengo celular. No quiero pensar qué pasará conmigo a los sesenta, si es que llego", me dijo mi amigo El Coricos.
Por Martín Chávez