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NOVELISTA A OCHO COLUMNAS

El síndrome de esquilo

VICENTE ALFONSO

Mencionábamos la semana pasada que Crónica de una Muerte Anunciada, uno de los libros más célebres de nuestra lengua, echa mano de herramientas periodísticas para recrear una historia verídica ocurrida treinta años antes en la población colombiana de Sucre. El golpe genial de su autor, Gabriel García Márquez, no estuvo en ganar la primicia periodística, sino en ser quien mejor contó aquel suceso, convirtiéndolo en una novela entrañable. "La mejor noticia no es aquella que se cuenta primero, sino la que se cuenta mejor", ha dicho don Gabriel en muchas ocasiones. Su obra está llena de ejemplos que refuerzan esta tesis: La introducción a otra de sus célebres novelas, Del Amor y Otros Demonios, comienza así: "El 26 de octubre de 1949 no fue un día de grandes noticias. El maestro Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción del diario donde hacía mis primeras letras de reportero, terminó la reunión de la mañana con dos o tres sugerencias de rutina. No encomendó una tarea concreta a ningún redactor. Minutos después se enteró, por teléfono, de que estaban vaciando las criptas funerarias del antiguo convento de Santa Clara, y me ordenó sin ilusiones: Date una vuelta por allá a ver qué se te ocurre". Fue quizá la orden de trabajo que más tiempo haya tardado en cumplirse en la historia del periodismo, pues García Márquez publicó aquella historia en forma de novela sólo hasta 1994, es decir, cuarenta y cinco años después.

Sólo dos años después de publicar esa novela, Gabo volvió a echar mano del periodismo: en 1996 publicó Noticia de un Secuestro, un libro-reportaje que narra la oleada de secuestros ocurrida en 1990 en el país sudamericano. Con la habilidad que le conocemos bien, el Maestro escribió este libro, que en sus propias palabras se trata de "la tarea más difícil y triste de su vida". Es una reconstrucción literaria de cómo el legendario capo colombiano Pablo Escobar privó de su libertad a un grupo de ciudadanos distinguidos con el objetivo de presionar al gobierno del entonces presidente de Colombia, César Gaviria, para que no se concretaran los tratados de extradición que pendían como la espada de Damocles sobre el narcotraficante.

En la introducción a Noticia de un Secuestro, García Márquez agradece a las víctimas de los plagios realizados por Pablo Escobar que siempre mostraran una generosa disposición "a perturbar la paz de su memoria. Además agrega que "su única frustración es saber que ninguno de ellos encontrará en el papel nada más que un reflejo mustio del horror que padecieron en la vida real".

Esta última frase del maestro García Márquez no es una fórmula de cortesía, ni es azuzar el morbo o redactar un thriller sudamericano. Es sensibilizar a los lectores con el horror del secuestro: de allí que en los momentos más difíciles haga de lado su estilo, su prosa con adjetivos sorprendentes, sus párrafos rítmicos, hechiceros. Sin dejar de lado sus argucias de sabueso de las redacciones, nos pone frente a los hechos. En algún momento del reportaje narra cómo uno de los rehenes (el periodista Francisco "Pacho" Santos) escribe desde el encierro una carta a sus hijos. Cito: (Francisco) les escribió en caliente una carta llena de esas verdades tremendas que les parecen ridículas a quienes no las sufren: "Estoy aquí sentado en este cuarto, encadenado a una cama, con los ojos llenos de lágrimas". Estas frases, que para los participantes de cualquier taller literario serían lugares comunes y líneas cursis, son la mejor forma que el periodista encuentra para trasmitir la desesperación y la crudeza de quien ha sido privado de su libertad. Se trata del mismo encierro en que estaba entonces Ingrid Betancourt, en que están ahora mismo decenas, cientos de personas por razones políticas, o por intereses ajenos a su voluntad y a la de sus familias. Luego de leer Noticia de un Secuestro es inevitable pensar que ahora mismo, en algún lugar, hay alguien secuestrado, incomunicado, que está viviendo en carne propia los tormentos que apenas podemos vislumbrar en forma de libro.

Comentarios: @vicente_alfonso

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